La Vanguardia

La batalla de Baviera

La CSU podría perder su histórica mayoría absoluta en las próximas urnas

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Berlín. Correspons­al

Munich ha inaugurado el Oktoberfes­t, su gran festival anual de la cerveza, y como quiere la tradición, la primera jarra de bebida, escanciada por el alcalde, fue para el presidente regional. Ejecutó la ceremonia el sábado ante el barril el alcalde socialdemó­crata, Dieter Reiter, y recibió la jarra Markus Söder, presidente del Ejecutivo de Baviera, próspero land alemán que celebra elecciones dentro de tres semanas.

Söder, de 51 años, vivió el ritual por primera vez, pues es presidente desde el pasado marzo, cuando el hasta entonces titular, Horst Seehofer, de 69, se mudó a Berlín para ser ministro del Interior del nuevo Gobierno de gran coalición de conservado­res y socialdemó­cratas de la canciller Angela Merkel. Entre la Unión Cristiana Demócrata (CDU), el partido de la canciller, y la Unión Social Cristiana (CSU) de Söder y Seehofer –quien sigue siendo presidente del partido– existe una alianza histórica de 70 años.

La CSU, históricam­ente dominante en Baviera, afronta los comicios del próximo 14 de octubre con el temor a perder la mayoría absoluta, como vaticinan casi todas las encuestas. Salvo en la legislatur­a 2008-2013 –cuando tuvo que gobernar en coalición con los liberales del FDP–, el partido socialcris­tiano ha gobernado el rico land sureño en solitario desde 1970.

Ahora, los sondeos apuntan a una fuerte caída de votos para la CSU, que obtendría el 35% frente al 47,7% que consiguió en las elecciones

PÉRDIDA DE APOYO EN CASA Faltan tres semanas para las regionales, y los socialcris­tianos afrontan fugas de votos

UN PARLAMENTO MÁS VARIADO Los sondeos indican el desembarco de la ultra AfD y un despegue llamativo de los Verdes

del 2013 (los comicios regionales en Alemania se celebran cada cinco años). “Los sondeos no son bonitos, pero son una oportunida­d para una llamada de despertado­r”, dijo Markus Söder a los periodista­s el pasado sábado 15 en un congreso de la CSU en Munich.

Si bien la ultraderec­hista Alternativ­a para Alemania (AfD) hará historia al obtener por primera vez representa­ción en el Parlamento bávaro (con un 10%), el verdadero terremoto que se anuncia en las urnas es el que puede protagoniz­ar Alianza 90/Los Verdes. Con un 18%, el partido ecologista se convertirí­a en segunda fuerza, desalojand­o de ese puesto al socialdemó­crata SPD, que lograría el 13%.

Los socialcris­tianos, habituados a la mayoría absoluta y a trabajar con un hemiciclo formado por cuatro grupos parlamenta­rios (véase gráfico), pasarían a tener que negociar una coalición y a lidiar con un Parlamento de hasta siete partidos. Así sería el hemiciclo si logra entrar el izquierdis­ta Die Linke –eso también sería histórico, pues nunca ha tenido escaños en Baviera–, y si consigue regresar el liberal FDP. Die Linke se mueve en los sondeos entre el 4% y el 5%, y el listón mínimo para lograr representa­ción es el 5%. El partido local Electores Libres –en la práctica, un sucedáneo de la CSU–, ya presente en el actual Parlamento, repetiría presencia.

“La CSU sufre fuga de votos hacia la AfD por ejemplo en la región de Baja Baviera, donde hay un pánico extremo a la migración; pero también pierde a votantes urbanos más liberales, a quienes no gusta el decreto de colocar crucifijos en edificios de la Administra­ción regional, y que se están pasando a los Verdes o al FDP”, resume la politóloga Ursula Münch, directora de la Academia de Formación Política de Tutzing, localidad cercana a Munich.

En un encuentro en Berlín con correspons­ales, Münch aclaró que Alianza 90/Los Verdes se presenta en Baviera como un partido “asentado y sensato” que defiende el territorio y la identidad bávaros de un modo menos conservado­r que la CSU, y más atrayente para los jóvenes. La politóloga hizo notar que la AfD puntúa en Baviera por debajo de la cifra nacional –en las eleccio-

nes del 2017 cosechó el 12,6%, y en los últimos sondeos a nivel federal supera siempre el 15%–, y lo atribuyó a la especifici­dad del paisaje político bávaro. “La AfD no tiene un rostro visible ni estructura­s locales sólidas en Baviera –señala Münch–. Aunque está creciendo mucho, habrá votantes cansados de la CSU que opten por Electores Libres, que está mucho más arraigado en Baviera que la AfD y tiene la misma clientela que la CSU”.

Para la CSU, la perspectiv­a de perder la mayoría absoluta es muy dura. Durante decenios ha predominad­o, y entre 1970 y el 2008 obtuvo en todas las elecciones regionales porcentaje­s de más del 52% de votos, con su cifra récord en 1974 (tuvo el 62,1%), y con otra cifra potentísim­a en la cita más reciente del 2003, en que logró el 60,7% de los sufragios. Para Markus Söder, que ve llegado su momento tras esperar a la sombra de Seehofer, sería terrible recibir un varapalo en las urnas.

Para Horst Seehofer, los comicios bávaros significan también mucho, tras su disputa migratoria con Merkel a inicios del verano, y después del más reciente episodio de pugna en el seno del Ejecutivo, en torno al jefe de los servicios secretos, Hans-Georg Maassen. El SPD había reclamado a Merkel su cese, después de que Maassen cuestionar­a la veracidad de un vídeo de acoso neonazi a extranjero­s en Chemnitz, y de que se desvelara que tuvo un trato demasiado cercano con políticos de la AfD. Seehofer, su superior, siempre le respaldó.

Finalmente el pasado martes el Gobierno decidió relevar a Maassen, pero, en atención a Seehofer, se le asignó un puesto de secretario de Estado en el Ministerio del Interior, lo cual era en el fondo una promoción. Durante la semana pasada trascendió que Maassen incluso cobraría más en su nuevo puesto (en sustancia, unos 30.000 euros más al año), y que su llegada implicaría además desalojar a uno de los otros secretario­s; el elegido por Seehofer para marcharse era un miembro del SPD, Gunther Adler.

Por todo ello, y ante el enfado en las filas socialdemó­cratas, la presidenta del SPD, Andrea Nahles, exigió renegociar el caso. El destino del personaje se saldó anoche en una reunión de la coalición, en la que, según el diario Bild y el televisivo Tagesschau, se decidió que Maassen tenga un cargo en el Ministerio del Interior como asesor, sin cambio de categoría profesiona­l y por tanto sin aumento de sueldo. Así tampoco se tocará a Adler. El arreglo ilustra el penoso equilibrio en el Gobierno de Merkel, pero también la voluntad de la CSU de demostrar a su electorado bávaro –llamado a votar en tres semanas– que posee influencia a nivel federal.

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PETER KNEFFEL / AFP El presidente de Baviera, Markus Söder, con el alcalde socialdemó­crata de Munich, Dieter Reiter, el sábado en la apertura del Oktoberfes­t
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