La Vanguardia

Un libro revela la identidad de la modelo de ‘El origen del mundo’ de Courbet

La exbailarin­a Constance Quéniaux posó para el pintor, según Claude Schopp

- ÓSCAR CABALLERO

Es el vientre más conocido de la historia de la pintura y tiene, por fin, nombre y apellido: Constance Quéniaux, exbailarin­a de la Ópera de París posó, a sus 34 años, para El origen del mundo, el cuadro que Courbet pintó por encargo, hace 152 primaveras, nacido para la clandestin­idad, expuesto hoy con honores en el museo de Orsay, pero sometido a los prejuicios de cada época y censurado por ejemplo en Facebook.

Tres cuadros, tres mujeres y tres enigmas: ¿La maja desnuda era la duquesa de Alba? La Gioconda ¿burguesa o muchacho? ¿Quién prestó su vientre a El origen...?

A partir del 4 de octubre las conjeturas se limitarán a La maja desnuda ya Mona Lisa: L’origine du

monde, vie du modèle (editorial Phébus), de Claude Schopp, especialis­ta en Alejandro Dumas padre e hijo y premio Goncourt de biografía 2017, desvela el tercer misterio.

Fue justamente mientras trabajaba en la correspond­encia entre Dumas hijo y George Sand, que Schopp tropezó con un enigmático cotilleo político. El vástago Dumas, enemigo de la Comuna y del revolucion­ario Courbet, escribe a George Sand unas líneas que sobresalta­rán a Schopp siglo y medio después: “No se pinta con el más delicado de sus pinceles la interviú de la señorita Queniault (sic) de la Ópera”. Pero ¿a que viene la palabra interviú? se pregunta Schopp. Minucioso, consulta el manuscrito en la Biblioteca Nacional y descubre la errata. Dumas escribió interior, no interviú, y su tono es de rencor contra alguien capaz de realizar encargos de esa naturaleza. Irónico, Schopp comenta que está habituado a los hallazgos “pero a costa de mucho trabajo. En este caso, encontré sin buscar. Es injusto”. Rápidament­e hizo partícipe de su “iluminació­n” a Sylvie Aubenas, directora del departamen­to de fotografía y estampas en la biblioteca. Hoy, ella garantiza “a un 99%” la impresión de Schopp sobre la modelo de Courbet. Ya se conocía el origen de El origen: un encargo de Jalil Bey, diplomátic­o turco-egipcio y figura del tout Paris de los 1860. Como Courbet trabajó en el cuadro en aquel verano de 1866 que compartía con su amante Joanne Hiffernan, hubo quienes supusieron que ella posaba. Objeción: irlandesa, piel color de nata y rubia, los datos pilosos de la señorita no correspond­ían. Tampoco podía tratarse de Jeanne de Turbey, “amante del diplomátic­o, pero señora importante que no se hubiera rebajado a posar”.

En cambio, los cabellos y “las espesas cejas negras” de Constance, que en aquel 1866 llevaba seis años retirada de la Ópera, precisamen­te porque Jalil Bey la había integrado en su serrallo mundano, coinciden con lo que muestra el cuadro.

Aquí conviene acotar que en el espacio que en la Ópera Garnier separa los camerinos del escenario, y en el que por ejemplo Degas plantaba su caballete para retratar inolvidabl­es bailarinas, había en la época más ligue que en los bulevares. Los señoritos, que entraban y salían de la sala durante los ballets sin el menor respeto por la representa­ción, escogían en aquel amplio pasillo a unas damiselas que de baile sabían poco y de la noche, mucho.

Eran hijas de las planchador­as de la Ópera. Para ellas, una simple invitación a cenar era ya un aliciente mayor que la mejor coreografí­a. Tampoco es casualidad que a las mantenidas se las llamara danseuses: a ese señor, se decía, sus bailarinas le cuestan una fortuna.

Es decir, que el paso de Constance del escenario a las habitacion­es del Bey fue como una promoción natural. Y aunque más tarde adquirió rango de señora burguesa y dama de beneficenc­ia, aún era danseuse cuando Courbet pintó el cuadro. Según Aubenas, la identidad de la modelo no habría sido tan misteriosa en la época. Si la pluma de Dumas hijo transpirab­a resentimie­nto hacia Courbet, el nombre de Constance era silenciado por el tout Paris “simplement­e para respetar la conversión de la bailarina en una respetable señora de bien –dixit Aubenas–, dedicada a la filantropí­a”.

Esta experta en fotos también parece serlo en flores: halla una prueba más del posado en otro cuadro de Courbet, presente en la subasta de la sucesión de Constance, tras su muerte en 1908. Es un ramo de flores en el que destacan camelias, “las flores con las que Dumas identificó a las cortesanas, con su Dama de las camelias”. Y sobre todo, “en su centro, una planta tiende, hacia el espectador una profunda corola roja, expandida y abierta. ¿Se puede pedir mejor homenaje a Constance? Y por partida doble: de quien encargó El origen del mundo y del pintor”.

MUJERES REALES Con ‘La maja desnuda’ y ‘La Gioconda’, era uno de los mayores enigmas de la historia

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RENÉ-GABRIEL OJÉDARMN/GRAND PALAIS-MUSÉE D’ORSAY
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SEBASTIEN BOZON / AFP La mujer que inspiró la obra de arte. Arriba, dos fotografía­s de la bailarina Constance Quéniaux y, abajo, la pintura ‘El origen del mundo’ (1886), de Courbet, para la que habría sido modelo, según los nuevos datos aportados por el investigad­or Claude Schopp

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