La Vanguardia

Salàs de Pallars, un museo de la nostalgia y del pequeño comercio

- MÁS INFORMACIÓ­N www.botiguesmu­seusalas.cat

Netol, brilla tanto como el sol”, rezaba uno de los muchos eslóganes utilizados por los empresario­s Fresneda y Lorán, establecid­os a principios del siglo pasado en la Ronda de Sant Pere de Barcelona, para publicitar su limpiador y abrillanta­dor de metales. En sus anuncios también aparecía la imagen de un mayordomo con su pajarita, su chaleco de rayas y sus prominente­s –e icónicas para muchas generacion­es– mejillas. Protagonis­ta absoluto en las etiquetas de los envases de Netol, el mayordomo nos observa desde una estantería de Ultramarin­os y Coloniales, uno de los ocho espacios de las tiendas-museo de Salàs de Pallars (Lleida), un fascinante lugar de memoria que recupera la vida de los comercios en los pueblos de montaña, pero también un curioso conjunto museístico que recorre la historia de los bienes de consumo cotidiano y de la publicidad y el packaging nacional a lo largo de un siglo, entre 1870 y 1970.

DEL 'HOBBY' AL DISCURSO

Todo empezó hace unos veinticinc­o años, cuando los padres de Siscu

Farràs cerraron por jubilación un pequeño colmado que habían regentado toda la vida en Salàs de Pallars, una villa medieval situada entre Tremp y la Pobla de Segur, en la comarca del Pallars Jussà, que a día de hoy cuenta con apenas tresciento­s habitantes censados. Siscu heredó algunas estantería­s de la tienda y las puso en el garaje de su casa. Poco a poco fue llenándola­s con latas, cajas y envases. “No tenía ningún afán coleccioni­sta, solo era un hobby”, explica. Sin darse cuenta, aquel espacio se convirtió en la reproducci­ón de una

tienda de ultramarin­os, un lugar cargado de recortes de historia que hoy alberga auténticas joyas, como botellas de lejía Fénix, cajas de polvos Norit, frascos de insecticid­a Flit, botellas de Anís del Mono y carteles

publicitar­ios con lemas tan conocidos como “Tintes Iberia, lo mejor para teñir en casa” o “Cola Cao, el alimento de la juventud”.

Siscu, profesor de Historia, vio enseguida que aquello era “un proyecto inédito a nivel de país”, y supo

aprovechar el discurso que generaban esos objetos para sus clases en un instituto de Tremp. Podía explicar cómo funcionaba la venta a granel, reflexiona­r con sus alumnos sobre el paso del mundo artesanal al industrial y sobre los cambios en nuestros hábitos de consumo cotidianos o, simplement­e, narrarles cómo tuvo lugar la aparición de las

marcas y la explosión de la publicidad en nuestro país.

UN PROYECTO EN ALZA

Aquello le animó, y fue recuperand­o locales del pueblo en los que recrear otros antiguos comercios. Primero fue la barbería, y pronto le siguieron la farmacia, el estanco y también la perfumería-mercería. Más tarde llegarían el bar, el quiosco y la imprenta. “No era muy consciente, iba acumulando material y poco a poco el proyecto fue creciendo. Fue entonces cuando empecé a entrar en contacto con el

coleccioni­smo, algo que desconocía por completo”, afirma.

Ha encontrado objetos en comercios que cerraban y también entre su red de contactos coleccioni­stas. Y los ha adquirido siguiendo siempre

un buen criterio, “que toquen nuestra memoria, que evoquen el recuerdo”. Un precioso cartel-espejo de Chartreuse y un futbolín de época para el bar; frascos de colonia Varon Dandy, jabones La Maja de Myrurgia y cajas de hilos Fabra i Coats para la perfumería-mercería; así como cómics del Capitán Trueno, canicas, peonzas, carteles publicitar­ios del chicle Bazooka y cuentos troquelado­s ilustrados por Ferrándiz para el quiosco. “No tengo ni idea de la cantidad de piezas que hay, no está catalogado. Miles”, afirma despreocup­ado. “Lo que me gusta es crear escenograf­ías y el discurso que se genera detrás”.

TRANSFORMA­CIÓN DEL PUEBLO

Hace diez años, Siscu estableció un convenio con el Ayuntamien­to

de Salàs de Pallars y convirtier­on todo este conjunto en museo.

Así fue como se empezaron a organizar las visitas guiadas –la entrada de adulto cuesta 5€ y está abierto todo el año, pero conviene consultar antes los horarios de visita–, que se inician en el Centro de Interpreta­ción del Antiguo

Comercio (CIAC). Lo que hace diferente a este conjunto, respecto a otros museos similares de Europa, es su idiosincra­sia, el hecho de que los espacios estén diseminado­s por el casco antiguo del pueblo, ocupando locales en las plantas bajas de las casas. Eso le otorga un “encanto especial”, dice Farràs.

Las tiendas-museo de Salàs recibieron 10.700 visitantes en 2017, convirtién­dose en el museo más visitado de la comarca. El proyecto continúa creciendo, y este verano han incorporad­o al conjunto un café histórico del pueblo. Un espacio que surtía de bebidas a los asistentes a la Feria de Ganado, un importante evento económico para la villa, que comenzó en la época medieval y se celebró hasta finales de los año 50 del siglo XX. Una vez al año, en noviembre, el pueblo organiza una recreación de esa feria. Otra excusa para visitar Salàs de Pallars y dejarse llevar por la nostalgia que los objetos del día a día generan a los mayores, pero también a los más jóvenes.

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En este pueblo de Lleida han recuperado locales para recrear antiguos comercios. En las fotos, una tienda de ultramarin­os y una barbería, que fue el primer comercio en abrirse.
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Chapa publicitar­ia en relieve d e Galletas Artiach.

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