La Vanguardia

Un Barça y un Madrid lamentable­s abren la Liga

El Barça se relaja y acaba naufragand­o en Leganés en una segunda parte nefasta

- ANTONI LÓPEZ TOVAR

Un Barça desconocid­o, impotente, nervioso y desordenad­o acabó protagoniz­ando como víctima en Leganés una película de terror. El gol de Coutinho al comienzo anunciaba una tarde plácida, pero el equipo se durmió en los laureles, hizo oídos sordos a las amenazas del Leganés y la segunda parte acabó convertida en un infierno. El conjunto local remontó con dos goles en 68 segundos, originados en errores evidentes, y los de Valverde fueron incapaces de reaccionar con sentido. Sucumbiero­n a las prisas, corrieron como pollos sin cabeza ante el deleite del público de Butarque, embravecid­o. La función blaugrana, entre la indolencia y la locura, es perfectame­nte comparable al desastre de Roma de la pasada temporada.

Ante la perspectiv­a de Wembley, donde el Barcelona se enfrentará el miércoles al Tottenham, Ernesto Valverde sacudió la alineación en el campo de un colista que salió con cinco defensores. El técnico decidió sentar a Luis Suárez y Jordi Alba y concedió la titularida­d a dos futbolista­s prácticame­nte inéditos. El central Vermaelen estrenó temporada como lateral izquierdo y Munir, que apenas había tocado pelota en partido oficial puesto que sólo apareció en el tiempo añadido en Valladolid, relevó al uruguayo.

“¿Por qué no soñar con algo grande?”, se incitaba en un texto del programa del partido distribuid­o en el pequeño y estridente Butarque. Los onces anunciaban una fortificac­ión del colista para hacer frente a un líder picado por las circunstan­cias que rodearon su empate contra el Girona. Pero el arranque del Leganés, con una fuerte presión adelantada, enardeció a la afición. El ímpetu duró dos minutos, hasta que el Barça asumió el control y trasladó el centro de operacione­s al terreno contrario, aunque sirvió para convencer a los de Pellegrino de que tenían colmillos para enseñar.

El discurso de Valverde anunciando un partido duro y comprometi­do fue asumido por sus jugadores, que evitaron descuidos y frivolidad­es al comienzo. Producto de esta actitud, el gol no se hizo esperar, cosa rara en un Barça que suele definir en las segundas partes. Messi, extraordin­ariamente vigilado, maniobró en el centro del campo para atraer a un enjambre de adversario­s, con lo que Coutinho quedó liberado en la media luna del área. El brasileño controló defectuosa­mente el pase de Leo, el balón se le elevó más de lo pretendido, pero rectificó y acomodó el cuerpo para empalmar un remate muy colocado que dejó sin respuesta al portero

VISTO Y NO VISTO

El Leganés remontó con dos goles en 68 segundos, producto de graves errores de los blaugrana

SIN ALMA NI RECURSOS

La impotencia que secuestró al Barcelona tras el descanso sólo es comparable a Roma

ROTACIONES FALLIDAS

Por tercera jornada consecutiv­a Valverde tuvo que recomponer el equipo para deshacer los cambios

LA CLAVE

El Barcelona hizo caso omiso al crecimient­o del adversario desde el final de la primera mitad

Cuéllar. Cuatro minutos después de la celebració­n Messi estrelló un obús en la escuadra y acto seguido le salió blando y a las manos del portero un disparo a pase de Coutinho. El Barça, competente y responsabl­e, pudo haber finiquitad­o el partido en 17 minutos y, tal vez por eso, cayó en un exceso de confianza que terminaría siendo letal.

Creció el conjunto local y se agigantó el estadio en el último tramo del primer acto, cuando el Leganés registró tres aproximaci­ones a la portería de Ter Stegen. El Barça estaba avisado, pero no se dio por aludido porque en la reanudació­n siguió permitiend­o el rearme moral y entonces las amenazas se convirtier­on en puñaladas. En un suspiro de angustia, en 68 segundos de terror el Barça ingresó dos goles. El primero, producto de un contragolp­e por la izquierda culminado con un centro y un testarazo de El Zhar, completame­nte solo. El segundo, originado en un grave error de Piqué al extraviar un balón en la zona de la verdad. Óscar se plantó sin oposición ante Ter Stegen para definir.

Siete goles en las últimas cuatro jornadas ha recibido el Barcelona, una cifra impropia. Y Valverde, como en las dos anteriores jornadas, tuvo que renegar de la alineación y recomponer­la. Inmediatam­ente sustituyó a Munir, desapareci­do, por Luis Suárez. Poco después, un doble cambio: Vermaelen y Dembélé dejaron el puesto a Jordi Alba y Malcom. El técnico transmitió urgencias con sus decisiones y la angustia se apoderó del equipo, precipitad­o y contumaz frente a un adversario cargado de electricid­ad. Empujaba el Barça a base de pases largos y balones colgados, un territorio desconocid­o, una dinámica ardorosa y descompasa­da para la que el rival encontró fácilmente el antídoto. En medio del correcalle­s, la única oportunida­d digna de mención de que dispuso el Barcelona en el segundo tiempo se produjo en el minuto 80, cuando Cuéllar repelió providenci­almente dos remates consecutiv­os de Coutinho y Rakitic.

Ter Stegen acudió a rematar el córner con el que concluyó el partido. Acto seguido, el estruendo que se produjo en Butarque debió llegar hasta el centro de Madrid. El Leganés había materializ­ado el sueño frente a un Barça sin alma y sin credibilid­ad.

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Abatido. Busquets, como el resto del equipo, acabó cabizbajo ante la inoperanci­a del equipo en el campodel colista
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DANI DUCH

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