La Vanguardia

La fonoteca Villarejo

Inquietud difusa en el ámbito judicial por la estrategia chantajist­a del expolicía

- JOSÉ MARÍA BRUNET

La ministra de Justicia, Dolores Delgado, no piensa dimitir a resultas de la publicació­n de las grabacione­s que han confirmado sus encuentros y confidenci­as con el excomisari­o José Manuel Villarejo. Primero, porque no se cree culpable de falta grave alguna. Y segundo porque considera que tras esas filtracion­es hay una voluntad de chantaje, como parte de una operación más amplia contra las institucio­nes del Estado. ¿Verdad? ¿O coartada para ocultar sus propios errores y confusas explicacio­nes?

En el mundo judicial, a la pronunciac­ión del apellido Villarejo se responde ahora con una conocida expresión latina, la de vade retro. Hay una inquietud difusa por lo que pueda seguir apareciend­o, ante el convencimi­ento de que Villacho rejo posee una fonoteca inagotable, resultado de sus muchos años como comisario que pudo actuar con plena libertad y poco o ningún control. Esa situación le permitió empezar a mezclar su actividad policial con la explotació­n de la informació­n que reunía para negocios particular­es. La industria de los dossiers puede llegar a ser muy rentable. Y durante mucho tiempo a Villarejo acudieron en busca de atajos quienes tenían una preocupaci­ón o una cuenta pendiente difícil de solucionar por cauces legales convencion­ales. Y con dinero, muconvocar dinero. De ahí que el líder de Podemos, Pablo Iglesias, haya podido hablar de “cloacas” para definir el ámbito natural de actuación del excomisari­o Villarejo.

El expolicía de altos vuelos está ahora en prisión, desde noviembre del año pasado. Pero no son pocos los que le atribuyen la afloración de cintas compromete­doras. Antes del verano fueron las de la examiga del Rey emérito, Corinna zu SaynWittge­nstein, quien atribuía a don Juan Carlos la tenencia de cuentas bancarias en Suiza. Aquel ya fue un material potencialm­ente explosivo que la Fiscalía Anticorrup­ción y el juez de la Audiencia Nacional Diego de Egea desactivar­on en agosto, sobre la base de negar credibilid­ad a las manifestac­iones de la mencionada interlocut­ora de Villarejo.

Pero ahora alguien ha vuelto a activar la fonoteca y se desconoce el alcance potencial de sus decibelios. De momento, han vuelto a dejar en evidencia a la ministra, diciendo que participó en un viaje a Colombia en el que miembros del Supremo y de la Fiscalía acabaron en compañía de menores una noche de ocio. ¿Verdad? ¿Maledicenc­ia? En las instancias aludidas los comentario­s más frecuentes eran ayer de incredulid­ad y sorna. Pero tanta confianza de la exministra con un excomisari­o ahora en prisión por sus supuestas actividade­s como extorsiona­dor y chantajist­a no son la mejor tarjeta de visita para Dolores Delgado. Ni la mejor garantía de su continuida­d en el cargo, que sólo depende del presidente, Pedro Sánchez, y de si le queda fuelle para seguir perdiendo ministros por el camino.

En los despachos judiciales se admite, en todo caso, que son muchos los que, a lo largo de los años, han compartido en ese ámbito mesa, mantel y confidenci­as con Villarejo. En el caso de Dolores Delgado, esa relación vino de la mano del exjuez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón. Curiosas coincidenc­ias. A Garzón le echaron de la carrera judicial por grabar a los abogados de la Gürtel. Y Villarejo parece haber practicado esa actividad impunement­e durante años. Su peligro, el de esas cintas y el del propio Villarejo, es que ese material está ahora potencialm­ente en muchas manos. Es producto de los registros que llevaron a su detención y encausamie­nto. Pero no consta cuán férrea haya podido ser su custodia desde entonces. El peligro Villarejo, por tanto, no es el de un sólo chispazo, sino el de imprevisib­les –y al mismo tiempo esperadas– explosione­s sucesivas.

Al expolicía llegaron en busca de atajos los que tenían cuentas de difícil solución por cauces legales convencion­ales

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LA SEXTA El excomisari­o José Manuel Villarejo, tras una de sus comparecen­cias judiciales

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