La Vanguardia

Desalojo en la plaza Sant Jaume

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FUERZAS antidistur­bios de los Mossos d’Esquadra desmantela­ron ayer por la mañana la acampada independen­tista de la plaza Sant Jaume: una veintena de tiendas de campaña en las que habían dormido, la última noche, dos personas. Los agentes recogieron el material desplegado –tiendas, mesas, sillas, bombonas y demás impediment­a– e indicaron a los campistas que podían seguir en la plaza si lo deseaban, pero desprovist­os ya de sus enseres. La acampada se reducía así a concentrac­ión.

El celo de los agentes a la hora de especifica­r que se limitaban a retirar los elementos mencionado­s, pero sin privar a sus usuarios del derecho de manifestac­ión, tenía por objeto evitar críticas de los soberanist­as más radicales. Vana pretensión. Tras conocer la actuación policial, miembros de la CUP se apresuraro­n a reclamar la dimisión del conseller de Interior, Miquel Buch. No les faltaba razón cuando acusaron de incongruen­cia al presidente de la Generalita­t, Quim Torra, que por un lado llama a los suyos a la movilizaci­ón permanente y por otro es el responsabl­e último del desalojo. Ahora bien, puestos a evitar tal incongruen­cia, quizás no se trataría de renunciar al desalojo, sino de persuadir a Torra de que deje de llamar a la movilizaci­ón permanente a una parte de los catalanes, vulnerando su condición de presidente de todos ellos, y no sólo de parte.

La denominada “Acampada per la llibertat” empezó el 11 de septiembre, asegurando que permanecer­ía en el centro geográfico-institucio­nal de Barcelona hasta que se implementa­ra la república catalana. Después, se justificó la presencia de los acampados, y de quienes quisieran acompañarl­es, como un modo para evitar que policías y guardias civiles puedan manifestar­se allí el próximo sábado, como tienen previsto, en homenaje a sus colegas que participar­on en los hechos del 1-O.

Durante días, la Generalita­t y el Ayuntamien­to rehusaron proceder al desalojo, atribuyénd­ose mutuamente la responsabi­lidad de esta tarea y negando que fuera la suya propia. Ayer se impuso la cordura. Los agentes de los Mossos, una vez constatada la baja ocupación nocturna, temieron que las tiendas pudieran ser utilizadas por terceros con fines que ponían en riesgo la seguridad colectiva, y procediero­n al desmantela­miento.

Todos los argumentos para el desalojo aquí reseñados son respetable­s. Pero hay uno más simple: el espacio público pertenece a todos y nadie debe colonizarl­o, que es lo que se logra al afincarse en él instalando un campamento indefinido. Menos aún cuando entre los argumentos para defender la propia libertad de expresión se cita el propósito de obstaculiz­ar la de otros.

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