Recién llegado a un viejo debate
Una de las ideas expresadas por Manuel Valls al declararse candidato a la alcaldía de Barcelona es que hacer política en otro país es una de las consecuencias de formar parte de Europa. El logo de su candidatura será “Barcelona, capital europea”.
Su presentación fue una declaración de buenas intenciones, un acto de fe, un audaz paso de ruptura política con la Francia en la que lo fue casi todo para entrar en un territorio ignoto en el que se libran varias batallas a la vez. Manuel Valls expuso racionalmente su programa basado en una cierta idea catalanista pero sobre todo haciendo hincapié en la necesidad de que Barcelona recupere el orden en algunos barrios y que no sea asociada al fenómeno de los narcopisos y la inseguridad. Ha sido alcalde de Évry, ministro del Interior y primer ministro de Francia, tres experiencias que le acreditan para optar a cualquier cargo municipal de los países de la Unión Europea.
Pero Barcelona no es Évry y su alcaldía es algo más que la administración de la capital de Catalunya, una ciudad surcada por muchas aguas profundas que arrastran corrientes de catalanismo, socialismo, liberalismo, independentismo, radicalismo de izquierdas, conservadurismo y más de un millón de voluntarios entregados a las más variadas causas solidarias y filantrópicas.
Barcelona es el paraguas que protege a todas las causas posibles y garantiza la libertad de todo tipo de minorías étnicas, culturales y religiosas. Barcelona no es de nadie porque es de todos y sólo puede ser gobernada justamente desde el respeto al diferente.
El aterrizaje de Valls en Barcelona puede ser como la piedra que cae en un estanque en el que las aguas están muy revueltas desde hace tiempo. Es positivo que alguien que viene de fuera, aunque
La clave de Manuel Valls está en si consigue ampliar y diversificar los que serán sus compañeros de viaje
no sea forastero, intente abrirse paso en el debate sobre la gobernabilidad de Barcelona. Sea bienvenido.
Pero si quiere ser alcalde de Barcelona, como afirmó con convicción en el anuncio de su candidatura, tiene que presentar un equipo lo suficientemente plural para que no se convierta en la correa de transmisión de Ciudadanos que pretenden únicamente combatir el nacionalismo o el independentismo. Inés Arrimadas lidera la fuerza más votada en el Parlament de Catalunya pero está en la oposición.
Pase lo que pase, se quedará. Le creo. Pero la oposición es ingrata y dura. En cualquier caso, bienvenido al debate de ideas, de programas y oportunidades que son siempre bien acogidos en una ciudad cosmopolita, abierta y europea.
Tendrá que pasar muchas noches al raso mientras le lleguen los ataques de todos los frentes. En la hipótesis de que se llegara a un todos contra Valls habría conseguido estar en el centro del debate. Pero si al final de la carrera llegara primero y no consiguiera la alcaldía, sería el líder de la oposición. La clave está, pienso, en si consigue ampliar y diversificar los compañeros de viaje.