La Vanguardia

Criterios

- Imma Monsó

XyZsond os vecina s de habitación que llevan semanas en un hospital con sus madres enfermas de Alzheimer (aunque no han ingresado por eso, sino por des compensaci­ones de corazón yriñón). xyz esperan cada mañana al médico con ansiedad y desean con fervor que sus madres se recuperen. X lo desea porque su madre tiene 103 años y ella 77. 77 años... ¿no es incluso demasiado tarde para perder a una madre? Z lo desea porque la vida de su madre ha sido dura y aciaga, y en cambio desde la enfermedad siempre se muestra sonriente, curiosa y agradecida. En la primera visita, el médico le dice: “Su madre cumple los criterios de final de vida. Si sale de esta, sería mejor evitar un nuevo ingreso”. En un primer momento la sugerencia le indigna y la achaca a cuestiones de ahorro sanitario. “Hasta los 80 años mi madre ni siquiera había pedido la tarjeta sanitaria, ¡figúrese el ahorro de dinero público...! Y en ocho años de enfermedad sólo ha ingresado dos veces”, exclama. Pero el geriatra se escuda tras la barrera burocrátic­a: números, estadístic­as, criterios. “Además, los análisis muestran que se recupera”, añade la hija. “Sí, los análisis muestran cierta mejoría. Pero ¿la ve usted recuperánd­ose?”, dice el médico. “No mucho”, admite la hija. “Pues ahí está: se valorará si seguimos con el antibiótic­o. Se valorará si hacemos alguna transfusió­n. Pero sólo si la vemos mejor”. “Verla mejor” es, pues, un elemento que tener en cuenta. Al parecer, los geriatras son distintos y, más allá de lo que digan las pruebas, “ven” el rostro del paciente: lo miran, lo tocan, interactúa­n con él como lo hacían los médicos antes del posthumani­smo.

XyZesp eran ansiosa s las noticias del médico y desean con fervor que sus madres se recuperen

Así que, al día siguiente, las dos hijas se aplican a espabilar a sus respectiva­s madres, ya que tal vez de la mirada del médico dependa un poco que sus madres cumplan o no los criterios. Poco antes de la visita, las peinan con más esmero. Les dan zumos de granada para animarlas. Les ponen música en el móvil para entretener­las. X incluso le pone colorete en las mejillas. No siempre consiguen su propósito: el médico pasa a horas distintas, tal vez para pillarlas in fraganti. Z nunca consigue que su madre esté despierta cuando aparece. “Tal vez mañana”, se dice. Se sienta en el sillón y coge el libro. En el cuento que relee, un hijo prepara a su padre de 80 años para presentars­e a un test. Si no pasa la prueba que preparan a lo largo de la noche, el padre será exterminad­o a la mañana siguiente. Z apenas tenía treinta años cuando leyó este cuento de Matheson por primera vez. Le pareció terrorífic­o y muy triste. Nunca imaginó que la situación del hijo de Tom Parker en el cuento llegaría un día a resultarle familiar. Ahora el relato le sigue pareciendo muy triste. Aunque no terrorífic­o. “¡Qué fácilmente nos aterroriza­mos cuando somos jóvenes!”, se dice.

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