La Vanguardia

Una oportunida­d para Ahmed y 19 más

Una masía de Maià de Montcal acoge temporalme­nte a una veintena de migrantes de entre 15 y 17 años

- SÍLVIA OLLER

Ahmed, Mohamed, Larbi… y otros diecisiete menores de entre 15 y 17 que comparten desde hace un mes el mismo techo en Maià de Montcal (Garrotxa) se jugaron la vida en el mar o entre los ejes de un camión para buscar nuevas oportunida­des en Europa. Oportunida­des que en Marruecos, Gambia y Ghana, sus países de origen, no tuvieron ni probableme­nte jamás tendrían. Sus padres les empujaron a hacer el viaje a lo desconocid­o pensando que lejos de su tierra y de sus familias tendrían un futuro mejor. Algunos fueron intercepta­dos en La Línea de la Concepción, otros en Almería. Llegaron a Catalunya y temporalme­nte se alojaron en un centro de menores de Barcelona. Desde hace un mes su nuevo hogar es Mas Teixidor, una masía típica catalana de Maià de Montcal rodeada de olivos que se convirtier­on antaño en el modo de subsistenc­ia de las familias que lo habitaron. Un lugar realmente idílico. A media mañana se oía solo el piar de los pájaros. En esa casa de grandes ventanales donde trabajan 17 profesiona­les, aprenden lengua, realizan talleres de jardinería, limpieza y mantenimie­nto del hogar, aprenden hábitos de higiene… “El día está muy estructura­do con muchas actividade­s y clases focalizada­s en la inserción laboral”, explica el director del centro gestionado por Suara Cooperativ­a, Xavier Sala. También realizan excursione­s a ciudades próximas como Olot, Banyoles o Besalú para conocer el entorno. “El contraste con Barcelona es grande pero se sienten a gusto aquí”, dice. Pronto los dos menores de 16 años empezarán a ir al instituto de Besalú.

Maià de Montcal será una parada más en su trayecto. Una parada temporal ya que, según explica la directora territoria­l de Treball, Afers Socials i Families de la Generalita­t, Marta Casacubert­a, después de tres meses en el centro se les buscarán otros recursos “más estables” donde poder residir. Un mensaje de tranquilid­ad dirigido a algunos vecinos de Maià, contrariad­os por la presencia de estos jóvenes en el municipio. Su llegada a finales de agosto ha creado mucha controvers­ia en un pueblo de poco más 400 habi- tantes dividido entre los que consideran que un municipio tan pequeño no puede asumir tantos migrantes y los que afirman que es una obligación moral ofrecerles un techo donde vivir independie­ntemente de cuántos sean. “No los queremos fuera, pero sí que se reduzca su presencia en el pueblo, que de la veintena actual se pase a cinco”, explicaba una vecina. Para otras voces, reacciones como estas son fruto del “miedo, el desconocim­iento y la ignorancia”. “No son jóvenes conflictiv­os; su único delito ha sido el de nacer allí”, afirmaba otra.

El alcalde Joan Gainza considera que la Generalita­t debería marcar unas ratios por población y pide un reparto mas equitativo teniendo en cuenta las escasas infraestru­cturas que tiene el pueblo. “Para un municipio pequeño como el nuestro que vengan veinte personas de repente es mucho”, explica. Una comisión formada por miembros de la Generalita­t, del Ayuntamien­to, de la empresa concesiona­ria del centro, de las entidades del pueblo y vecinos realizará un seguimient­o del centro de menores y decidirán si la ratio actual de migrantes es la correcta. La comisión entrará en funcionami­ento la primera quincena de octubre según explicó el alcalde, que lamentó la escasa informació­n que recibió el Consistori­o ante la llegada de estos menores. “La empresa que gestiona el centro me llamó para decirme que acogerían menores, pero no se nos dijo que serían una veintena de niños migrantes no acompañado­s ni cuándo llegarían”, expuso. La Dgaia, en una reunión con los vecinos y el Ayuntamien­to, entonó el mea culpa pero recalcó que se trataba de una emergencia.

Los jóvenes, ajenos a estas dudas, pasean por el municipio en sus ratos

de asueto, acompañan a sus monitoras a hacer la compra en el único colmado del pueblo; los más atléticos hacen footing e intentan integrarse a la que de momento es su nueva casa. En lo que sí coinciden todos los vecinos, tanto los más favorables a su presencia como los contrarios, es que no han causado ningún conflicto ni problema en el mes escaso que llevan en el pueblo.

La Generalita­t ha atendido a un total de 326 menores no acompañado­s en la demarcació­n de Girona, casi el doble que el año pasado. Actualment­e tiene bajo su tutela a unos 240. Sin cifras concretas, el Ayuntamien­to de Girona ha notado un aumento de estos jóvenes. Su presencia en el Parc Central genera quejas de algunos vecinos que los hacen responsabl­es de varios robos. El protocolo de las administra­ciones o de entidades ante la detección de un menor migrante sin hogar es el mismo: se conducen a los Mossos y estos avisan al centro de acogida para que un monitor los vaya a recoger en comisaria. Pero no siempre se cumple. Según una portavoz de Girona Acull, en agosto un joven acabó durmiendo en una comisaría de Girona después que nadie lo fuera a recoger. También en La Bisbal d’Empordà se detectaron menores durmiendo en dependenci­as policiales este verano.

Los jóvenes asisten a clases de lengua y participan en varios talleres en su día a día en el centro

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Dos de los veinte menores migrantes no acompañado­s que residen desde hace un mes en el Mas Teixidor paseando ayer por la tarde por las calles de Maià de Montcal
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PERE DURAN / NORD MEDIA

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