Graner o la originalidad
Lluís Graner retratado en 1904, un año importante en su vida. Y es que creaba en un punto neurálgico de Barcelona, La Rambla, una aventura empresarial y artística. Esta aparecía destinada a tener éxito, a diferencia de otras iniciativas.
Se trataba de la Sala Mercè, enclavada en la parte alta, en el número 122, y así bautizada en honor de la patrona de la diócesis de la ciudad.
Era pintor, que cultivaba un tenebrismo que le había de otorgar no poca personalidad. Le encantaban los temas urbanos o paisajísticos, siempre a base de nocturnos románticos y crepusculares, que plasmaba a menudo con un solo punto de luz, ya fuera de la Luna, una farola o algo semejante. Expuso en Europa. Al final, vivió una etapa norteamericana, en la que cultivó el retrato.
Mantenía una relación estrecha con Gaudí, al compartir su devoción por la naturaleza. Le encargó un chalet en Sarrià, del que tan sólo se construyó la parte del muro fachada que contenía puertas, una de las cuales era “la porta dels ocellets”, detalle que había encandilado al arquitecto. La obra no prosiguió, ante los problemas surgidos con su disponibilidad económica.
La Sala Mercè encajaba con su estilo, como era de esperar, que fue del gusto de Gaudí. Los barceloneses al punto pasaron a denominarla la cova, la gruta o la caverna. Y era cierto.
Constaba de un salón de recepción, una sala de audiciones y subterráneo, al que se accedía por un suave plano inclinado. Y fue en este espacio donde Gaudí aportó su creatividad singular. Luego de pasar ante dos taquillas, una de las cuales era “atendida” por un simple muñeco, aparecía un gran demonio. Las paredes fueron abombadas con grandes volúmenes pétreos que mantenían su color natural y el techo era abovedado, todo lo cual favorecía una acústica excelente. Sólo aparecía iluminado con bombillas eléctricas envueltas en finas telas de colores y encajadas en pequeños agujeros de la pared.
El ambiente era todo lo fantasmagórico que se buscaba. La primera representación a base de atractivos dioramas fue sobre Montserrat y la segunda era inspirada en las cuevas mallorquinas de Artà y Drac. Colaboraron los escenógrafos Alarma y Vilomara, en tanto que la parte escénica corría a cargo de Adrià Gual.
Incluso se atrevió con el cine sonoro antes de que lo fuera de verdad, mediante actores que proyectaban la voz tras la pantalla; toda una novedad que causaba sensación
Tanto fue el éxito obtenido en los espectáculos que presentaba, que se animó a correr con el desafío de incrementar la oferta en otro local. Y alquiló el teatro Principal, donde Espectacles Audicions Graner ofrecía además conciertos de categoría, con Casals, Granados o Paderewski. Fracasó y quedó tan endeudado que abandonó, y encima tuvo que cerrar también la Sala Mercè.
Renunció a la apuesta teatral y volvió a la pintura.
En la Sala Mercè de La Rambla consiguió que Gaudí decorara tan sorprendente local