Un desastre
La idea que le hubiera gustado desarrollar a este articulista es la tendencia del actual Barça a probar el disparo desde fuera del área, elemento contracultural respecto al estilo más reconocible de los azulgrana en los últimos años pero enriquecedor si se contempla como un recurso puntual. El de Coutinho suponía el quinto gol de chut lejano en ocho partidos oficiales, así que el tema tenía chicha como para escribir unas cuantas líneas. Sucedió sin embargo que después de ese tanto y cuatro jugadas remarcables el Barça se desintegró de manera injustificable y ese gol, aunque hubiera sido de tijereta y desde campo propio, pasó a ser una anécdota insignificante.
El partido de los de Valverde en Leganés no hay por donde cogerlo. El naufragio fue general, retratando por igual a las vacas sagradas, a los meritorios y al entrenador, cuya imagen de inmovilidad en el banquillo mientras su equipo se sumergía no fomenta la idea de una pronta recuperación. Las tan reclamadas rotaciones, obligadas ante temporadas tan cargadas, fueron boicoteadas por quienes las deben reivindicar. A Munir, con un partido por delante para decir ‘aquí estoy yo’, se lo tragó la hierba cuando debía comérsela. La imagen de Luis Suárez teniendo que entrar al campo en el minuto 60 dejó el aroma de un fracaso en toda regla. Vermaelen, que evidentemente no está para correr la banda, debía cerrarla al menos, pero le faltó cortar una cinta para inaugurar una autopista con su nombre. Pero no fueron los suplentes los principales culpables. Piqué no rueda fino y Umtiti lleva meses gesticulando más que jugando, reconvertido en una especie de Louis de Funés con el ego subido desde que le renovaron y no digamos ya desde que fue campeón del mundo. Busquets y Rakitic, el primero también renovado y el segundo pidiéndolo, no mandaron nunca ante futbolistas que cobran diez veces menos, y delante hubo delanteros sin colmillo, deambulantes como vegetarianos inertes delante de un chuletón.
Hay derrotas y derrotas. La de ayer no proporciona excusas que la justifiquen. Fue una avería que lo afectó todo, al juego y al alma de todo un Barça. No fue ni siquiera una cuestión de estilo. Quizás eso fue lo peor. Al equipo azulgrana no le latió el corazón.