El futuro y el pasado
La vital importancia económica de acabar cuanto antes el corredor mediterráneo; y el escándalo desatado en Estados Unidos por los presuntos abusos del juez Brett Kavanaugh, aspirante al Tribunal Supremo.
BRETT Kavanaugh, candidato propuesto por el presidente Trump para ocupar uno de los nueve asientos del Tribunal Supremo de Estados Unidos, protagonizó ayer un acto sin precedentes en la comisión judicial del Senado. Acusado de abusos sexuales por tres mujeres, Kavanaugh expuso su alegato exculpatorio y respondió a las preguntas de los senadores demócratas y republicanos, en una sesión en la que también fue interrogada Christine Blasey Ford. Esta profesora universitaria fue la primera mujer que al conocer la candidatura de Kavanaugh hizo público un episodio en que el juez trató de abusar de ella, en los años ochenta, cosa que aquel desmiente. Posteriormente, Deborah Ramirez, excompañera de estudios de Kavanaugh en Yale, reveló un episodio del mismo tenor, ocurrido también en esa época. Y Julie Swetnick manifestó que tras ser drogada había sufrido una violación grupal en una fiesta en la que estuvo el juez.
El Tribunal Supremo es la instancia judicial superior en Estados Unidos. La suya es la última palabra sobre la ley. Sus pronunciamientos influyen decisivamente en cuestiones sociales y a veces contravienen las políticas gubernamentales. Sus miembros son vitalicios. De ahí la expectación despertada por la sesión de ayer, donde el aspirante a la más alta representación de la justicia debía convencer sobre su inocencia en tiempos marcados por el #metoo, un movimiento que señala un antes y un después en cómo la sociedad juzga las relaciones de poder y las sexuales, a menudo trenzadas, que entablan las personas. El cambio propiciado por #metoo es de grandes dimensiones. Lances que antaño hubieran sido silenciados y carecido de consecuencias, salvo para sus víctimas, saltan ahora al primer plano.
El caso Kavanaugh puede tener efectos varios. En primer lugar para Kavanaugh, cuya candidatura podría ser retirada por Trump u obstaculizada por el Senado. En segundo, para Trump, cuyas propias relaciones con el sexo femenino presentan algunas sombras. En tercero, para el movimiento #metoo, al que dará nuevas alas. Y, en cuarto, para la política estadounidense: Kavanaugh escoraría el Tribunal Supremo hacia la derecha, algo que complacería a los republicanos en vísperas de unas elecciones del midterm que pueden privarles de su corta mayoría en el Senado.
A la espera de acontecimientos, podemos adelantar que difícilmente puede presentarse ya a Kavanaugh como un candidato idóneo para el Supremo. Uno de los nueve jueces más influentes de EE.UU. no puede propiciar dudas sobre su integridad ética ni sobre la rectitud de su conducta. Y Kavanaugh ya las ha propiciado.