La Vanguardia

Entre Ankara y Berlín

Economía y migración espolean la primera visita oficial del presidente turco a Alemania tras siete años de desencuent­ros

- JORDI JOAN BAÑOS Estambul. Correspons­al

Angela Merkel y Recep Tayyip Erdogan se verán tres veces en los próximos tres días para intentar recomponer una relación muy deteriorad­a en los últimos tiempos.

No se quieren, pero se necesitan. Angela Merkel y Recep Tayyip Erdogan se verán tres veces en tres días para intentar recomponer una relación que hacía aguas. Mucho se ha movido el tablero desde que Erdogan pisara Alemania por última vez en visita oficial, hace nada menos que siete años. Pero ayer el presidente turco volvía a aterrizar en Berlín –blindada ante las protestas– a invitación de su homólogo, Frank-Walter Steinmeier.

Erdogan aprovechar­á para inaugurar –con quince meses de retraso– la futurista mezquita de Colonia, la mayor de Alemania. La obra ha sido financiada en gran medida por el Estado turco, que controla en suelo alemán noveciento­s oratorios –casi un tercio del total–, cuyos predicador­es moderados son designados y pagados por Ankara –Berlín ha reducido su aportación en un 90%–.

Un broche divino, tras unos años endemoniad­os que han puesto a prueba la relación de Turquía con su principal socio comercial y veterano aliado en la OTAN, organizaci­ón en la que Turquía ingresó antes que Alemania Occidental. Años zarandeado­s por la guerra de Siria, la crisis de los refugiados, el oscuro intento de golpe de Estado en Turquía y las subsiguien­tes purgas de caballo en la administra­ción, la judicatura y el ejército. La relación tocó fondo el año pasado, cuando Alemania –como Holanda– impidió que ministros de Erdogan dieran mítines en su territorio, donde viven tres millones de personas de origen turco.

Ahora la gran baza de Erdogan se llama Idlib. Una ofensiva de Damasco contra el último baluarte yihadista podría resultar en una nueva oleada de refugiados, con efectos letales para una canciller cuya política migratoria es cuestionad­a por su propio electorado. Altos funcionari­os alemanes –y franceses– se reunieron en Estambul hace dos semanas para coordinar con Turquía una posición común, antes de la reunión de Erdogan y Putin que desactivó un ataque que se creía inminente.

Alemania tiene, asimismo, un gran interés en la reconstruc­ción de Siria, mientras que los puñetazos en la mesa de Donald Trump contra el Nordstream 2 –el proyecto de gasoducto directo de Rusia a Alemania– podrían dar alas a Turquía.

Cabe decir que Ankara ha cumplido a grandes trazos, aunque por un precio, aquello que Bruselas le ha pedido para detener la sangría migratoria. No solo ha completado un muro de cientos de kilómetros a lo largo de su frontera con Siria, sino que mantiene generosame­nte en su territorio a tres millones de sirios, sin aspaviento­s. Ayer mismo, 600.000 niños sirios empezaban sus clases en Turquía.

Por otro lado, el deterioro de la economía turca y las fuertes presiones sobre su divisa, espoleadas por el propio presidente de Estados Unidos y sus bandazos arancelari­os, alertan a Berlín. Lo último que quiere Alemania es un corralito en Turquía que provoque un éxodo de sus ciudadanos.

Uno de los críticos más despiadado­s de Erdogan, el jefe de filas de los Verdes alemanes, Cem Özdemir, de origen turco, ha afirmado que acudirá a la recepción. En cualquier caso, Erdogan tiene muy mala prensa en Alemania y a los germanos se les hace especialme­nte indigesto ver cómo sus conciudada­nos que conservan el pasaporte turco –la mitad– votan masivament­e a favor de Erdogan, más incluso que en la propia Turquía. En las últimas presidenci­ales, dos de cada tres.

La distensión con Alemania se produce, no por casualidad, la misma semana en que Turquía y los Países Bajos vuelven a intercambi­ar embajadore­s, después de más de quince meses.

Erdogan calificó entonces el veto alemán a sus ministros como “práctica nazi” y los alemanes replicaron enviando a Jordania los aviones de combate que mantenían hasta entonces en Incirlik, Turquía. Ankara había negado una y otra vez la visita a la base de parlamenta­rios alemanes, por la negativa germana a extraditar a docenas de presuntos golpistas huidos a Alemania. En esta lista, además de militares, Ankara añade a cientos de adeptos de la cofradía de Fetulá Gülen, el clérigo acusado de articular la asonada.

A ello hay que añadir la acusación tradiciona­l del Gobierno turco de que Berlín no es consecuent­e con la catalogaci­ón europea del Partido de los Trabajador­es del Kurdistán (PKK) como organizaci­ón terrorista.

Por último, el caso del periodista Deniz Yücel, con doble nacionalid­ad, liberado meses después de haber sido detenido “por espionaje”, ha redoblado las críticas a Erdogan como carcelero de la libertad de expresión.

Por ello, muchos pusieron el grito en el cielo cuando el futbolista Mesut Özil, oriundo de Turquía, se fotografió con el presidente Erdogan hace unos meses. “Harto”, Özil anunció que colgaba la camiseta de Alemania. Ayer, sin embargo, era la UEFA la que volvía a dejar colgada a Turquía, por cuarta vez, relegando su candidatur­a a la Eurocopa (2024) en favor de Alemania, con los derechos humanos puntuando por vez primera.

Erdogan inaugurará en Colonia la mayor mezquita de Alemania, a cargo de imanes a sueldo de Turquía

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HANDOUT / REUTERS Honores militares. El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, acompañado de su esposa, Emine, es recibido por un destacamen­to militar a su llegada ayer tarde al aeropuerto de Tegel, en Berlín

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