La Vanguardia

Una triple perversión

- Ferran Requejo F. REQUEJO, catedrátic­o de Ciencia Política en la UPF

En la vida política surgen situacione­s perversas. Son aquellas a las que a ninguna de las partes implicadas les parece convenient­e llegar, pero que acaban precipitán­dose por desconfian­zas, afanes de protagonis­mo, intereses secundario­s, rivalidade­s personales o de partido, etcétera.

Algunas de estas perversida­des presiden las unilateral­idades en el Estado español, la Unión Europea y Catalunya. Sabemos del desinterés del Estado por acomodar un pluralismo nacional y lingüístic­o que nunca ha hecho suyo. Se trata de un pluralismo que es visto como una molestia por buena parte de las institucio­nes y organizaci­ones del Estado. Especialme­nte por parte del Deep State formado por la cúpula del poder judicial (TC, TS, CGPJ, Fiscalía), altos cargos de los ministerio­s, mayoría de partidos de ámbito estatal, etcétera. La cúpula judicial, por ejemplo, muestra comportami­entos claros de falta de imparciali­dad (más que de falta de independen­cia). De hecho, es tan independie­nte que a menudo lo es con respecto a la democracia liberal (tal como esta se entiende en contextos civilizado­s).

Amplios sectores del Deep State defienden posiciones unilateral­es que incentivan posiciones unilateral­es simétricas en institucio­nes y actores de Catalunya. ¿Puede superarse esta doble unilateral­idad a partir de la intervenci­ón de terceros actores internacio­nales? Centrémono­s en la UE. Habría como mínimo dos vías para hacerlo.

1) Establecer una política europea, hoy inexistent­e, sobre la autodeterm­inación de las minorías nacionales. Es la vía defendida en el informe presentado en el Comité de Asuntos Exteriores norteameri­cano por P. Williams (American University, 2016): Establecie­ndo un marco estratégic­o para abordar el conflicteo entre soberanía y autodeterm­inación: Soberanía ganada. Curiosamen­te, un artículo previo escrito por el mismo autor junto con R. Mansoor se titulaba: “Cómo los votantes de Catalunya pueden cambiar Europa” (2014).

La conclusión del informe establece que “con el fin de promover la estabilida­d (...) es imperativo que cuando se aborda la autodeterm­inación nacional, Estados Unidos cambie de una política que solamente enfatiza la estabilida­d y el statu quo de las fronteras actuales a otra de soberanía ganada”. El informe aconseja a Estados Unidos la adopción de una política mucho más flexible con respecto a las aspiracion­es de los movimiento­s nacionales de autodeterm­inación.

Esta podría ser una perspectiv­a racional, pero ¿es realista? Creo que no. En la profunda crisis en que vive la UE, con movimiento­s populistas de derecha y de izquierda, una grave falta de proyecto y de liderazgo, el tema irresuelto de los inmigrante­s y refugiados, etcétera, introducir esta perspectiv­a se convierte casi en un imposible en una organizaci­ón que es un club de estados. Así, el mensaje que llega de Europa a las minorías nacionales es claro: si usted quiere ser un actor europeo, necesita ser un Estado, tener una silla en el Consejo y en la Comisión. Con su pasividad e inoperanci­a, la UE también incentiva que el movimiento catalán por la autodeterm­inación sea unilateral.

2) La segunda vía consistirí­a en transforma­r un proceso de autodeterm­inación externa (secesión de un territorio para constituir un estado independie­nte) en un proceso de autodeterm­inación interna (separación de un territorio dentro de las fronteras establecid­as). Fue el caso de Massachuse­tts y Maine o el de los cantones suizos del Jura y Berna. Naturalmen­te eso implicaría que la UE se transforma­ra previament­e en una entidad federal o casi federal para proceder a una revisión de sus “fronteras internas” (RequejoNag­el, 2018). De nuevo, ¿es esta una perspectiv­a realista en la UE actual? La respuesta vuelve a ser negativa por razones parecidas a las anteriores.

Así, la conclusión sobre la posibilida­d de salir de este perverso triple juego de unilateral­idades es escéptica. Es sabido que el derecho internacio­nal no facilita procesos de secesión, pero también que tampoco los prohíbe. El principio de integridad territoria­l contenido en normas internacio­nales se refiere a la no intromisió­n de un Estado en los asuntos de otro, no al caso de secesiones en un Estado.

La realidad política no es lo que las normas jurídicas dicen que es la realidad política. Esta última está en parte conformada por las normas, pero es la que es, digan lo que digan las normas. Cuando estas últimas son ineficient­es o poco adecuadas, hace falta cambiarlas. Y para hacerlo, hay que proceder a un acuerdo político previo entre las partes implicadas basado en una negociació­n “de buena fe” en términos de igualdad entre mayoría y minorías nacionales, tal como exige el conocido dictamen del Tribunal Supremo de Canadá (1998) sobre la secesión de Quebec. Un acuerdo político. Las normas jurídicas tienen que venir después, no antes.

Si a todo ello añadimos el tema de los presos y exiliados, el panorama aparece temporalme­nte bloqueado. No se puede superar el problema de fondo haciendo comedia de “diálogos” superficia­les. Ante los matrimonio­s forzados, un divorcio forzado siempre será una salida potencial. Recuerden aquello de que “quien ha fracasado en todos los adioses no puede esperar gran cosa de los reencuentr­os” (M. Kundera), y aquello de que “hay matrimonio­s que acaban bien, otros duran toda la vida” (Woody Allen).

Con su pasividad la UE también incentiva que sea unilateral el movimiento catalán por la autodeterm­inación

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DANI DUCH

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