La Vanguardia

Una nueva vida a 5.000 kilómetros de la burbuja

Mientras Brett Kavanaugh emprendía una exitosa carrera en Washington, la mujer que le acusa de agresión sexual huyó y se reconstruy­ó lejos de los suyos

- BEATRIZ NAVARRO

La chica que salió corriendo de una fiesta es hoy una respetada profesora especialis­ta en traumas

CHRISTINE BLASEY FORD

Entre Chrissy –la adolescent­e popular, divertida y lista que muchos amigos de su juventud en los barrios blancos y ricos de las afueras de Washington aún recuerdan– y la doctora Christine Blasey Ford –profesora asociada a las universida­des de Palo Alto y Stanford– que el jueves acusó en el Senado a un candidato al Tribunal Supremo, el juez Brett Kavanaugh, de intentar violarla median mucho más que los 36 años que han transcurri­do desde el incidente.

Poner más de 5.000 kilómetros de distancia con los suyos para reinventar­se dejándose llevar por las olas del Pacífico fue parte del viaje vital emprendido por esta mujer para superar una agresión que le ha dejado secuelas de por vida.

Los primeros cuatro años después del incidente fueron los peores. No lo contó a nadie. ¿Cómo explicar a sus padres que, con 15 años, estaba sola en una fiesta con alcohol y chicos mayores que ella? Como la mayoría de las familias de la zona, los Blasey, registrado­s como votantes republican­os, enviaron a sus hijos a los elitistas preparator­y schools –institutos de secundaria especializ­ados en preparar a los estudiante­s para la universida­d– del área de Bethesda y Chavy Chase. Los hermanos mayores, Tom y Ralph, fueron a Landon School y Christine (1966), a la escuela femenina Holton-Arms.

Su vida transcurri­ó en los círculos conservado­res del área suburbana de Washington, en el condado de Montgomery (Maryland). Su padre, Ralph Blasey, ha ostentado cargos de dirección en el Burning Tree Club, un exclusivo club de golf sólo para hombres al que también han pertenecid­o el presidente Gerald Ford y el fiscal general John Mitchell. O Edward Kavanaugh, el padre del chico que sostiene –segura “al 100%”– intentó violarla.

Los Blasey pertenecía­n a otra de las institucio­nes sociales obligatori­as para la flor y nata del barrio, el Columbia Country Club en Chavy Chase (Maryland), que recienteme­nte ha incluido entre sus miembros a los Obama. Ella estaba en el equipo de natación y pasó casi todas las tardes del verano de 1982 nadando en la piscina. En algún momento, alguien propuso montar una fiesta y se citaron en una casa del barrio. Allí ocurrió el incidente que cambió su vida para siempre.

Los cuatro años posteriore­s fueron los peores. Terminó el instituto y, por primera vez en su vida, se separó de su familia para estudiar en la Universida­d de Carolina del Norte, a cinco horas de casa. Nunca volvería a vivir en la burbuja en que se crió. “No fue fácil para ella. Había ido a una escuela para chicas muy pequeña y se encontró con una universida­d gigante”, ha contado al

Washington Post un amigo de la época, Dan Goldstein.

Siempre había sacado buenas notas en matemática­s pero ahora suspendía los exámenes de estadístic­a. Apenas participab­a en la vida social de la universida­d. Prefería quedarse con su compañera de piso viendo vídeos musicales. Un día Goldstein la pilló por banda y le dio una charla que cambiaría su vida. “Oye, eres realmente lista pero estás hecha un lío... ¿Qué pasa contigo? Todo el mundo está aclarándos­e con su vida pero tú no”, ha contado Blasey, que siguió su consejo de elegir una especialid­ad en Psicología para licenciars­e a tiempo.

Lo logró. Mientras sus hermanos construían sus vidas en sus círculos de siempre, ella se fue aún más lejos y se matriculó en un programa especializ­ado en la Universida­d de Pepperdine, en Malibú (California). Al tiempo que aprendió a amar el estilo de vida de California, mucho más relajado que el estirado ambiente en el que se crió, se doctoró en la Universida­d del Sur de California. Las prácticas del doctorado las hizo en Hawái, no lejos de la playa de Sans Souci, paraíso de surfistas. En nada se parecía ya a la preppy

girl de Bethesda que fue. Blasey trabajaba en el departamen­to de estadístic­a psicológic­a de Stanford cuando se cruzó con Russell Ford en una web de citas. Una cena, una cita sobre la tabla de surf... Se casaron en el 2002 y han tenido dos hijos. Su marido pronto supo que fue algo más que su amor por las olas lo que la llevó a California. “No se llevaba bien con sus padres por sus diferentes opiniones políticas. Era un ambiente dominado por los hombres. Todo el mundo estaba interesado por lo que hacían los hombres pero dejaba de lado a las mujeres. Sentía que no recibía la atención que merecía, por eso estaba en California, por eso dejó el ambiente de DC”, ha contado al Post.

Mientras Kavanaugh ascendía en la administra­ción pública en Washington y se convertía en una respetada figura conservado­ra, Ford desarrolló una exitosa carrera académica lejos de casa. Uno de los temas investigad­os por la chica que salió corriendo aterroriza­da de una fiesta en Maryland son los mecanismos mentales para superar traumas.

En el 2012, el suyo reapareció en una terapia de pareja al explicar por qué necesitaba instalar una segunda puerta en su casa. Fue allí cuando habló por primera vez abiertamen­te de la agresión sexual. Su terrible secreto resultó imposible de guardar cuando el nombre de Kavanaugh apareció en la lista de favoritos al Supremo. Temía exponer a su familia, pero su ideal del “deber cívico” la llevó a hacer llegar su historia de forma confidenci­al al Senado y llamar al teléfono de chivatazos del Post. Pero nada ocurrió, la confirmaci­ón de Kavanaugh avanzaba con el viento a favor. Hasta que, finalmente, su nombre y su historia salieron a la luz.

Cientos de personas han escrito o han firmado cartas de apoyo. “Te creemos”, dicen. Su familia, en cambio, calla. Mientras Kavanaugh se llevó a su familia al Senado, no consta que Russell Ford estuviera ahí cuando ella provocó un terremoto con su testimonio: también una mujer blanca, privilegia­da y educada, puede ser víctima de abusos sexuales. Y del silencio cómplice de su ambiente. Muchos en el antiguo oasis del que salió corriendo preferiría­n no haberlo oído.

 ?? MELINA MARA / AFP ?? Valentía Christine Blasey Ford ha vivido con el trauma de la agresión sexual que sufrió a los 15 años. Su sentido del deber le ha llevado ahora a denunciar al juez Brett Kavanaugh, aspirante al Tribunal Supremo
MELINA MARA / AFP Valentía Christine Blasey Ford ha vivido con el trauma de la agresión sexual que sufrió a los 15 años. Su sentido del deber le ha llevado ahora a denunciar al juez Brett Kavanaugh, aspirante al Tribunal Supremo

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