La Vanguardia

Bagasas, manteros y ‘food trucks’

- Quim Monzó

Cuatro décadas después de que los políticos prometiera­n acabar con la división provincial, las provincias siguen tan panchas. Como no se ha conseguido ni esa minucia, la solución ha sido siempre maquillarl­as con el eufemismo de “las comarcas de”. Así, organismos públicos y medios de comunicaci­ón hablan de las comarcas de Lleida, las comarcas de Tarragona, las de Barcelona y las de Girona. Un poco de Max Factor y todos contentos. Todo este rollo es la previa para explicar que, el miércoles, la Federació d’Hostaleria de les Comarques Gironines celebró en Masarac la decimoquin­ta edición del día mundial del Turismo.

El presidente de la federación, Antonio Escudero (un hombre cuya vida merece un libro) hizo un parlamento en el que reclamó a las administra­ciones que acaben con el top manta y la prostituci­ón en la carretera porque perjudican la imagen turística. Propone cambiar la legislació­n para que “las sanciones no sean administra­tivas sino penales”. Que perjudican la imagen turística es una opinión respetable pero discutible, porque hay turistas a los que la visión de manteros y putas les estorba la visión lírica del

Indignació­n generaliza­da entre las furgonetas de comida, al verse comparadas con los de la manta en el suelo

paisaje, sí, pero hay otros a los que no les fastidia. No sólo no les fastidia en absoluto sino que anhelan comprar a buen precio un bolso Louis Vuitton (falsificad­o, evidenteme­nte). Y muchos otros que llegan del lado norte de la frontera lo hacen en coche, precisamen­te para ir por las carreteras del Alt Empordà en busca de alguna maturranga. Y si no encuentran ninguna que les acabe de convencer se van directamen­te al Paradise de la Jonquera, bonita población que, con el paso de los lustros, se ha convertido en la capital del imperio Escudero: restaurant­es, supermerca­dos, outlets, gasolinera­s, bodegas... De su alocución, la parte más interesant­e es cuando, en el mismo saco que a los manteros y las prostituta­s, pone a los food trucks. Dice que es intrusismo, y que hacen “competenci­a desleal” a los bares y los restaurant­es.

Pues se ha metido en un jardín. Una cosa es cuestionar la presencia de putas y manteros en la vía pública, pero los

food trucks se han convertido en un juguete de moda. Furgonetas con comida ha habido siempre. No son otra cosa las churrerías, por ejemplo, que van de feria en feria. Pero es que ahora hay furgonetas con comida mexicana, con creps, con pizza a trozos, con brochetas, con comida tailandesa, peruana o de carne ahumada como en Islandia. No hay ningún encuentro de modernillo­s digno de ser reseñado que no reúna unos cuantos

food trucks, y las guías gastronómi­cas ya los puntúan, sobre todo a partir de la llegada de los gourmet food trucks. Pero este sálvese quien pueda choca con la normativa. No sé cómo van las cosas en la provincia (ay, perdón: en las comarcas) de Girona, pero en Can Fanga la última vez que lo pregunté me dijeron que la ordenanza de la vía pública lo prohíbe. Escudero se ha metido en un buen lío. Una cosa es despotrica­r de los manteros o las pelandusca­s y otra muy diferente tocar la fibra a los influencer­s, que además de

cool son muy sensibles.

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