La Vanguardia

Juicio en enero y prisiones preventiva­s

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SEGÚN varias fuentes judiciales consultada­s por La Vanguardia, el juicio contra los políticos catalanes encausados por la intentona secesionis­ta del año pasado empezará en enero de 2019. Las previsione­s fueron otras y apuntaron a fechas más próximas. Pero numerosos recursos, la mayoría presentado­s por los abogados defensores, han retrasado el inicio del juicio.

Si el Tribunal Supremo inicia la vista oral en enero, es probable que el juicio quede visto para sentencia hacia marzo y que esta sea leída entre los meses de junio y julio. Si esto fuera finalmente así, la sentencia no caería en plena campaña para las elecciones municipale­s, europeas o autonómica­s previstas para mayo del año próximo. Y, por tanto, no se convertirí­a en un factor que pudiera contribuir a movilizar el voto en un sentido u otro. Por no hablar de lo que pudiera suceder si en España o Catalunya se adelantara­n comicios.

La causa del Tribunal Supremo que instruye el juez Pablo Llarena afecta a un total de 28 personas, tres de las cuales han visto su caso archivado. De las 25 restantes, siete se hallan en el extranjero y estuvieron sujetas a una orden de arresto internacio­nal. Nueve están en libertad bajo fianza. Y las otras nueve están en régimen de prisión preventiva sin fianza. Entre estas últimas, Jordi Sànchez y Jordi Cuixart son los que llevan más tiempo en la cárcel, puesto que ingresaron en ella hace ya cerca de un año (mediado octubre del 2017). Si su situación procesal no variara llevarían entre rejas cerca de dos años (menos tres o cuatro meses) cuando se conozca la sentencia. De correr la misma suerte, otros procesados como el exvicepres­idente del Govern Oriol Junqueras o la expresiden­ta del Parlament Carme Forcadell llevarían para entonces un año y tres meses en prisión, ya que ingresaron en marzo de este año.

La larga duración de estas prisiones preventiva­s no satisface a una amplia mayoría de los catalanes. Es verdad que los delitos cometidos, más allá de la pertinenci­a de su calificaci­ón, son graves. Pero también lo es que, si no hay prórroga, dos años suele ser la duración máxima para los encarcelam­ientos preventivo­s. Y, sobre todo, que la concesión del régimen de libertad provisiona­l contribuir­ía a relajar la tensión política en Catalunya. Por otra parte, no parece que el riesgo de fuga sea un argumento de peso, puesto que existen medios para conocer a toda hora el paradero de los encausados; y ha habido tiempo para reunir todas las pruebas necesarias para la instrucció­n, cerrada en mayo.

En los últimos días hemos escuchado a políticos de distinta filiación pronuncián­dose en favor de poner fin a estas prisiones preventiva­s de los encarcelad­os, dejándolos en libertad hasta que se celebre el juicio. Tiempo habrá para que regresen a prisión si son condenados. Por supuesto, ha habido muchas peticiones de este tipo entre los independen­tistas. Pero también en filas socialista­s, donde desde la vicepresid­enta del Gobierno Carmen Calvo hasta el ministro de Exteriores Josep Borrell han declarado que no era lógico alargar la prisión preventiva. El líder socialista catalán Miquel Iceta fue algo más allá y añadió que los encarcelam­ientos duraban ya demasiado.

Como señalábamo­s más arriba, algunos de los delitos atribuidos, como los de rebelión, son graves. Pero desde una óptica política y pragmática es muy probable que el fin de estas ya largas prisiones preventiva­s tuviera más efectos positivos que negativos.

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