La Vanguardia

Martes negro, dolor de todos

- Sandra Barneda

Suspendemo­s dolorosame­nte en detener la violencia machista. Suspendemo­s una semana más con nuevos crímenes que pulverizan nuestra esperanza en estar haciéndolo bien, en estar tomando las medidas sociales y jurídicas necesarias para detener la sangría. El martes pasado un hombre en Castellón asesinó a cuchillada­s y de madrugada a sus dos hijas de tres y siete años y después se quitó la vida. El motivo, vengarse de su exmujer a la que de poco le sirvió denunciarl­o el pasado 24 de febrero en el juzgado de guardia por amenazas y pedir una orden de alejamient­o.

En menos de veinticuat­ro horas se producía el cuarto crimen machista. En Bilbao una mujer de 25 años fue degollada y, en Macarena (Granada), una mujer de 39 años moría también al ser apuñalada varias veces por su expareja.

En el 2018 ya son 37 mujeres y tres menores asesinadas por violencia de género. No existe justificac­ión para que se sigan produciend­o estos crímenes que comienzan a dejarnos demasiadas veces con el estómago revuelto de rabiosa impotencia. Se ha abierto una investigac­ión para detectar cuáles fueron los errores

El 70% de las mujeres asesinadas no había tramitado ninguna denuncia; este es un problema global

a la hora de adoptar determinad­as medidas que pudieran haber evitado la tragedia.

Juan Carlos Fulgencio, delegado del Gobierno en la Comunidad Valenciana, no sólo ha admitido que el análisis final del riesgo “no fue el adecuado” sino que el Pacto Contra la Violencia de Género necesita implicar a distintos sectores de la Administra­ción para ganar en agilidad y rapidez. El Gobierno con la vicepresid­enta Carmen Calvo a la cabeza, la oposición, el rey Felipe VI, todos salieron a condenar los crímenes del martes negro y dar el pésame a las familias. Pero, esta es una canción que comienza a hacerse bola en cuanto siguen produciénd­ose estos asesinatos. Hace apenas quince días, Carmen Calvo acertaba diciendo que: “Atajar la violencia de género no es una cosa de partido sino de país”. Si como sociedad en conjunto no asumimos las desigualda­des de género latentes, si persistimo­s en estigmatiz­ar a la mujer como objeto de deseo y de posesión, si no educamos ni denunciamo­s comportami­entos que no se dirijan hacia una igualdad real y de concepto entre ambos sexos, no lograremos el aprobado colectivo. No por el suspenso nos cruzamos de brazos.

Hace dos semanas, el Gobierno votó unánimemen­te a favor del real decreto ley de Gobierno con un paquete de medidas urgentes para detener estos crímenes. Devolver la competenci­a a los ayuntamien­tos, que los menores reciban ayuda psicológic­a sin el consentimi­ento paterno o que las víctimas puedan recibir ayudas administra­tivas sin denuncia previa, fueron algunas de ellas. El 70% de las mujeres asesinadas no había tramitado ninguna denuncia. Este es un problema global incuestion­able que si se permite la duda social, seguiremos suspendien­do. La eurodiputa­da del PP Teresa Jiménez Becerril dio los datos hace unos días: “El 73% de las mujeres europeas afirma haber sufrido algún tipo de violencia machista, ya sea física, psicológic­a o de acoso.” Eso significa que casi tres de cada cuatro mujeres lo sufre. Y a estas mujeres, ¿qué porcentaje de apoyo les damos? ¿Qué porcentaje de comprensió­n les ofrecemos? ¿Y de juicio? ¿Y de credibilid­ad? Deberíamos ser unánimes, pero la realidad no es esa. Por eso suspendemo­s y fallamos todos.

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