La ironía de Rusiñol se vuelve musical enloquecido en el TNC
‘Els Jocs Florals de Canprosa’ es un canto de amor a la tierra
Su estreno en 1902 provocó una enorme polémica. Els Jocs Florals de Canprosa generaron adhesiones vehementes y críticas furiosas. La sátira teatral de Santiago Rusiñol sobre los concursos de Jocs Florals que se habían multiplicado por el territorio catalán –convertidos en vehículo de construcción nacional, pero de dudosa calidad literaria– provocó el aplauso de los medios republicanos y que el catalanismo conservador de La Renaixensa y La Veu de Catalunya condenara al artista por anticatalanista. A tanto llegó la polémica, que Rusiñol se explicó: “No es que no quiera los Jocs Florals. No quiero que la fiesta de las letras se vuelva poco a poco la fiesta de la política”. Y añadió que la sátira que realizaba en la obra era lo mismo que decía todo el mundo en privado y sin reír. “Ya es suficientemente grande Catalunya, y justo lo que defiende, como para que no se pueda bromear de todas las pequeñeces que tienen las causas nobles”.
El modernista Rusiñol defendía la independencia del artista. Y el humor. Y con ese espíritu, el próximo jueves el TNC abre su temporada volviendo a montar más de un siglo después Els Jocs Florals de Canprosa, pero ahora como un enloquecido musical de casi tres horas que quiere ser un canto de amor a la tierra, pero desde la risa.
Un musical que cuenta con casi una treintena de intérpretes, entre ellos Àngels Gonyalons y dos de las Sey sisters, un conjunto de gospel catalán cuyas integrantes son de origen ghanés. Un montaje que transcurre, como la pieza de Rusiñol, en el pueblo de Canprosa. Pueblo que, pese a su nombre, es aficionado a la poesía. La obra se ambienta en una carpa en la que puede suceder de todo, desde juegos florales amañados hasta un bingo: de hecho, en cada función un espectador saldrá del TNC con un jamón bajo el brazo. Una carpa en la que habrá mucha música y se mezclarán estilos –desde el Me gustas mucho de Rocío Durcal al Ai, ai, ai de Enric Morera, desde una sardana a guiños a Dirty dancing– y épocas: al final de la obra, explica Prat i Coll, “el pueblo de Canprosa canta Els segadors, y justo antes ha recibido unas palizas por intentar organizar unos juegos corruptos. Aquí acaba la obra, no es necesario poner espejos. Pero yo hago política votando y en el escenario es mejor exponer preguntas y cuestionarse el propio ideario. Y esta obra me ha ido bien para hacer metáfora de Canprosa sobre el momento que vivimos como país”.
Prat i Coll afirma que es un espectáculo musical “ecléctico de varietés variadas” en el que el Paral·lel de hace un siglo resuena, pero también Carles Santos. Y explica que ha añadido a la obra original fragmentos de otros textos de Rusiñol como Miss Barceloneta, Els savis de Vilatrista o La feminista .Yde La niña gorda, que además se representará a partir de diciembre en el TNC. Porque el director de la institución, Xavier Albertí, quiere desfolklorizar a Rusiñol y mostrar su potente modernidad con múltiples actividades. Entre ellas habrá muestras en el vestíbulo del teatro, libros como El fugitiu que no se’n va, de Raül Garrigasait, y un concierto performance en el MNAC, Orationibus #SR, dirigido por Albert Arribas.
El montaje cuenta con casi una treintena de intérpretes, entre ellos Àngels Gonyalons y dos de las Sey Sisters