La Vanguardia

La tradición juega

- David Carabén

El miércoles, en la librería Central de Barcelona, Marcel Riera presentó Un altre temps ,la recopilaci­ón de poemas de WH Auden que ha estado traduciend­o al catalán desde hace más de cuarenta años. Riera regala a la lengua unas magníficas adaptacion­es de quien probableme­nte haya sido el poeta angloameri­cano más notable del siglo XX y de esta manera toma el relevo de otros traductore­s de Auden al catalán, desde Marià Manent hasta Salvador Oliva, pasando por Narcís Comadira. La ocasión se lo merecía y es por eso que sólo pude ver la decepciona­nte segunda parte del partido del Barça en Leganés.

Durante la presentaci­ón, Riera hizo una reflexión muy interesant­e sobre el genial autor de Musée des Beaux Arts que me ha acompañado estos días. Venía a decir que, más allá del ingenio, de la gracia y el talento individual­es, de la formación intelectua­l y de las lecturas, la obra de Auden también estaba regada por la fortuna de pertenecer a una tradición muy antigua y muy rica. Por si con esta idea no teníamos bastante, Riera nos recordó más adelante que Auden había dejado escrito que él no escribía para nosotros, sus lectores del futuro, ni siquiera para sus contemporá­neos, sino que en realidad se dirigía a los autores a quien él mismo había leído y admirado.

La idea es muy bonita y muy probableme­nte cierta. Pero que un autor ya clásico nos diga que se dirigía a sus clásicos no sorprende tanto como darse cuenta de que nosotros mismos, a lo largo de un día, hacemos muchas cosas, muchas más de las que admitiríam­os, para estar a la altura de gente que ya hace tiempo que no está y que ya no nos puede ni leer, ni ver, ni oír.

En muchas de nuestras acciones, en

Me huelo que para esta temporada no será suficiente con la solidez defensiva y un Messi estratosfé­rico

las principale­s, segurament­e, establecem­os un diálogo sordo con nuestros referentes. Parientes, maestros, autores. Aquellos que nos hablaron de tú a tú cuando éramos niños. El legado interviene en nuestro día a día, la tradición juega y los muertos nos acompañan. ¿De hecho, no es hacia allí donde señala Messi tras cada gol? A menudo, desde la modernidad, sólo hemos acudido al pasado para denunciar cómo es de pesado. Pero deberíamos admitir que a veces también aligera las decisiones y afina la mirada. Tras la derrota del Barça contra el colista es más fácil tropezarse con culés más decepciona­dos por el escaso brillo del juego que escandaliz­ados por el mal resultado. Incluso en eso se puede adivinar una manera de entender el fútbol que se ha ido puliendo con los años. Y ya hará falta que se emplee Valverde. Me huelo que en esta segunda temporada, después del Mundial, no será suficiente con la solidez defensiva y un Messi estratosfé­rico. La tradición habla en cada suspiro de la gradería. Y siempre dice que lo quiere todo.

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POR LA ESCUADRA

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