Los muertos en el seísmo de Indonesia se acercan ya al millar
Las autoridades temen que el cómputo final se dispare
Las pesimistas previsiones se van cumpliendo, y el número de fallecidos por el terremoto y el posterior tsunami que sufrió el viernes la isla indonesia de Célebes rondaba ayer los 850 y es más que probable que se incremente considerablemente en los próximos días. El alcance de la tragedia es aún difícil de precisar. Faltan datos de muchas localidades.
Mientras el presidente del país, Joko Widodo, visitaba ayer la isla para conocer de primera mano la situación, los comunicados oficiales no podían ser más lúgubres. “Seamos claros, el número de víctimas va a seguir creciendo –reconocía el portavoz de la Agencia Nacional de Gestión de Catástrofes, Sutopo Nugroho–. Vamos a comenzar a realizar enterramientos masivos para evitar riesgos sanitarios”.
La mayor parte de las víctimas contabilizadas hasta ahora provienen de Palu, ciudad de 350.000 habitantes, en la costa oeste de la isla Célebes –o Sulawesi, como se la denomina en Indonesia–. Los cadáveres se amontonaban en la calle, y los equipos de rescate tenían numerosos frentes abiertos.
Uno de los puntos en los que más se trabajaba era el hotel RuaRua, que se vino abajo. De sus 80 habitaciones, 76 estaban ocupadas. Ayer se logró sacar a tres personas con vida. Entre ellas, una joven, aprisionada durante horas junto al cadáver de su madre. Se calcula que hay entre 50 o 60 personas más bajo los escombros. “Escuchamos voces desde el interior; hay al menos un niño que pide ayuda, pero están muy abajo y no hemos podido llegar”, explicaba Thalib Bawano, un voluntario, a la gencia France Presse.
Las víctimas hasta el momento son todas locales. Cuando se produjo el seísmo, de magnitud 7,5, había identificados 71 extranjeros en Palu. La mayoría están ya siendo repatriados. Faltan por localizar tres franceses, un surcoreano y un malasio.
Pese a que toda la atención informativa está centrada en esta ciudad, los servicios de rescate se muestran muy preocupados por la región de Donggala, una manga estrecha de costa situada más al norte y que fue la más cercana al epicentro del terremoto. Los equipos de rescate no han podido llegar y sólo se sabe de momento que hay once muertos. Pero es una zona amplia con más de 300.000 habitantes.
En medio de la catástrofe, como suele ocurrir, son las noticias de solidaridad y ayuda humanitaria las que dan fuerzas y esperanza. Indonesia, un país con indudables carencias y desigualdades, se ha volcado con este enésimo desastre natural que sufre. “Hay muchas donaciones y me consta de que allí donde no llegan los servicios de rescate, los vecinos están haciendo lo imposible por socorrerse”, explicaba a este diario Wadhil Indri, un conductor indonesio que tiene parte de su familia en Célebes, aunque él estaba fuera de la isla en el momento de la catástrofe. “No he podido contactar directamente con los míos, aunque me han informado de que están bien”, añadía.
Los hospitales están colapsados, los que están enteros, puesto que alguno ha sufrido daños estructurales y no es plenamente operativo. Los heridos se hacinan junto a la entrada, mientras que los vehículos siguen trayendo más personas en un continuo trasiego.
Afrontando una carencia de
Los grupos de rescate trabajan en un hotel casi lleno que se vino abajo y en llegar a la zona más afectada, Donggala
combustible y de alimentos, las autoridades han optado por dejar que la población se autoabastezca en los supermercados en un pillaje legal y ha prometido a los comercios que les compensará cuando la situación se normalice.
En este sentido, junto al presidente Widodo, ayer empezaron a aterrizar los primeros aviones con ayuda. La Unión Europea anunció que destinará un millón y medio de euros en ayuda.
Esta tragedia ha superado el terremoto que sufrió Indonesia el pasado agosto en la turística isla de Lombok, en el que murieron 500 personas. La naturaleza se ceba con este país, un archipiélago de miles de islas que se encuentra en el Anillo de Fuego del Pacífico, una zona de mucha actividad sísmica y volcánica.
“Entre los indonesios, que somos muy dados a las supersticiones, se ha extendido la creencia de que nos acercamos al Apocalipsis, porque varias catástrofes se están produciendo entre el 26 y 27 de cada mes: este terremoto, la erupción del volcán Agung, en junio, el terremoto de Yogyakarta, en mayo del 2006...”, explicaba Nicke Sepriani, una empresaria de la isla de Batam.