El voto del #MeToo
Juan María Hernández Puértolas analiza la política estadounidense: “Si las elecciones de mitad de mandato producen una mayoría del Partido Demócrata, la razón fundamental será la movilización del voto femenino en contra del Partido Republicano”.
Con Donald Trump en la Casa Blanca, un mes es toda una eternidad, tantos son los cambios, sorpresas e imprevistos que se suceden diariamente, pero si las elecciones de mitad de mandato del próximo 6 de noviembre producen una mayoría del Partido Demócrata en ambas cámaras del Congreso e incluso en sólo una, la razón fundamental será la movilización del voto femenino en contra del Partido Republicano.
Al analizar las razones del voto de las mujeres, aunque sean estadounidenses, vivan en los suburbios de Pittsburgh, Detroit, Kansas City o cualquier otra gran ciudad y hayan cursado o no estudios superiores, soy consciente de introducirme en un peligroso jardín; al fin y al cabo, los principales responsables de que ese energúmeno sea presidente son los hombres norteamericanos que en proporción mayoritaria le votaron hace casi dos años y que, según las encuestas, le siguen respaldando. Pero como muchos de ellos parecen abducidos por la ignorancia, el racismo y la xenofobia, habrá que confiar en las mujeres para atisbar la luz al final del túnel.
Lo cierto es que, escuchados sus comentarios sexistas durante la campaña, observando cómo trató a su rival durante los debates televisivos –la llamó asquerosa– y dada su agitada vida sentimental –por utilizar un eufemismo–, ya fue una sorpresa mayúscula que unos 30 millones de mujeres le votaran. Curiosamente, por aquel entonces, algunos analistas subrayaron que Hillary Clinton no era excesivamente popular entre sus propias congéneres.
En cualquier caso, lo sucedido en estos 20 meses, el impacto descomunal que ha representado la emergencia del movimiento #MeToo –primero en Hollywood y luego en el resto del país– y el convulso proceso de ratificación del juez Brett Kavanaugh como miembro del Tribunal Supremo sitúan a las mujeres en el centro del debate sociopolítico estadounidense. La consolidación de una mayoría conservadora en esa instancia judicial podría, en efecto, alterar el marco jurídico federal relativo a la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo, un marco que data de la histórica sentencia Roe contra Wade de enero de 1973.
Al calor de ese debate, se está poniendo incluso en entredicho la conveniencia de mantener el carácter vitalicio del mandato de los jueces del Tribunal Supremo, una tradición histórica que ha funcionado razonablemente bien, pero que es lógico que se ponga en tela de juicio en la actual atmósfera de descarnado partidismo. Nos quejamos en España de que los jueces tengan la etiqueta PP o la etiqueta PSOE, pero ahora en los jueces del Supremo de EE.UU. prevalece el sello de quién los nombró, si un presidente republicano (Bush padre e hijo, Trump) o uno demócrata (Clinton, Obama).
Y más allá del debate de género, lo que está en juego en las elecciones legislativas del 6 de noviembre es la consolidación o el principio del fin del trumpismo. Un mantenimiento de la mayoría republicana en el Congreso consolidaría la hegemonía aislacionista en un partido que desde la apertura a China de Richard Nixon hasta la liberación de Kuwait en tiempos de Bush padre había apostado por el internacionalismo y la globalización. Ese voto de confianza pondría probablemente las bases de la reelección de Donald Trump en el 2020. Por el contrario, la pérdida de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, ya no digamos en el Senado, dejaría al inquilino de la Casa Blanca cada vez más condenado a sus rabietas, sus tuits y sus bravatas.
Con todo, podría seguir haciendo mucho daño, especialmente en la esfera internacional, donde la influencia del Congreso es limitada. A fin y al cabo, el bagaje legislativo de la presente Administración es muy parco, ya que consiste fundamentalmente en el nombramiento de un juez conservador para el Tribunal Supremo –Neil Gorsuch– y en la reforma fiscal de las pasadas Navidades. Tal escasez contrasta con el clima de bronca permanente que se ha instalado en Washington. Pronto saldremos de dudas.
EL 6 DE NOVIEMBRE
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EL PODER DEL CONGRESO Lo que está en juego en estos comicios es la consolidación o el fin del trumpismo