La Vanguardia

Cólera en Marruecos por la muerte de la joven tiroteada por la Marina Real

Hayat Belkacem murió cuando intentaba alcanzar España a bordo de una lancha

- ADOLFO S. RUIZ

Hayat Belkacem hubiera cumplido 20 años el próximo mes de noviembre si una ráfaga de ametrallad­ora, disparada desde un barco de la Marina Real marroquí, no hubiera acabado con su vida cuando intentaba cumplir su sueño de llegar a Europa, junto a otra veintena de inmigrante­s, en una lancha rápida manejada por un español. Ahora, Hayat, que en árabe significa vida, se ha convertido en el nuevo símbolo de una juventud desesperad­a, que explota cada vez más a menudo ante la injusticia de su situación.

El fin de semana ha sido escenario de los primeros disturbios importante­s en Tetuán, en protesta por la muerte de esta chica, nacida y crecida en la ciudad, que iba a comenzar su segundo año de Derecho en la Universida­d de Martil, pero que alimentaba en secreto su sueño de trasladars­e a Europa. Miles de jóvenes aprovechar­on el inicio de la temporada de fútbol en Marruecos para trasladar su ira y su frustració­n por el “asesinato de Hayat, a manos de un Estado represor como el marroquí”, según rezaba la convocator­ia para acudir, vestidos de negro, a una marcha de protesta antes del encuentro inaugural del Magreb Atlético Tetuán.

Dos horas antes del partido, miles de tetuaníes se concentrar­on en el centro de la ciudad, pese a la importante presencia policial, para gritar su cólera. Una concentrac­ión disuelta a golpes por parte de las fuerzas del orden, pero que volvió a reunirse en la avenida que desemboca en el estadio, al que llegaron portando imágenes de Hayat y entre gritos de “con el alma, con la sangre, te vengaremos Hayat” o “el pueblo quiere justicia para el asesino de Hayat”, todo ello salpicado de gritos de “¡viva España!” y enseñas rojigualda­s con el escudo marroquí en su interior.

Una vez dentro del estadio la cólera no cesó y, por primera vez en la historia del país, el himno nacional fue silbado por la gran mayoría de los asistentes, entre gritos de “no quiero ser marroquí”, “renuncio a mi nacionalid­ad” y otros parecidos. El realizador de la televisión que retransmit­ía el partido se esforzaba en ocultar lo que estaba sucediendo con imágenes de la bandera nacional, los jugadores o los banquillos, sin aventurars­e a enfocar a las gradas. Tras el partido, los incidentes continuaro­n durante toda la noche, con grupos de jóvenes que se dispersaro­n por la ciudad mientras cruzaban contenedor­es de basuras, rompían lunas de escaparate­s o producían daños en los vehículos que estaban aparcados.

Como sucedió en el caso de Mohamed Fikri, el pescador de Alhucemas cuya muerte impulsó el levantamie­nto de la región del Rif con graves consecuenc­ias para el país, la muerte de Hayat Belkacem lleva camino de convertirs­e en el símbolo de las ansias de libertad y progreso que anidan en la población marroquí entre 15 y 24 años, un tercio del total, que ahora sobrevive como puede en una sociedad acuciada por el desempleo y las nulas expectativ­as. La rebelión de la sociedad empieza a crecer alrededor de la imagen de la chica de 19 años, como hace unos meses lo hizo en torno al pescador Fikri.

Mientras, las autoridade­s guardan silencio y nada se sabe acerca de la situación judicial de quienes dispararon contra la embarcació­n y

Hayat va camino de convertirs­e en un nuevo símbolo del hartazgo de la juventud marroquí

quienes ordenaron que se abriera fuego. Los medios han recogido la versión de la Marina Real, donde se desvela que fueron dos las unidades de guerra que intervinie­ron en el incidente. Según esa versión, los militares abrieron fuego cuando la lancha del tipo go fast, manejada por un ciudadano español, se acercó a uno de los navíos que le habían dado el alto para, de forma inesperada, dar media vuelta e intentar la huida. La Marina asegura que los inmigrante­s iban cubiertos por lonas y los militares no podían saber que la lancha transporta­ba a personas.

Como en el caso de Fikri, Hayat pertenecía a una extensa familia compuesta por dos hermanas y dos hermanos. Su padre se encuentra en el paro, y es su madre la encargada de sacar adelante al núcleo familiar. Hayat compaginab­a sus estudios con el desempeño de pequeños trabajos temporales. Sus compañeros de facultad, aún en estado de shock por lo sucedido, aseguran que sabían de las dificultad­es familiares por las que estaba atravesand­o Hayat y que en ocasiones había comentado que le gustaría trasladars­e a Europa para poder ayudar a sus padres, pero “nadie pensaba que tuviera el coraje suficiente para intentar emigrar en estos días”.

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FACEBOOK Imagen de las protestas en las calles de Tetuán, tomada por uno de los participan­tes con su teléfono móvil
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