La Vanguardia

En busca de normalidad

Merkel y el presidente bávaro, Markus Söder, comparten un único y forzado acto preelector­al

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Berlín. Correspons­al

Amediados del pasado junio, en plena disputa migratoria entre la formación socialcris­tiana bávara CSU y su socia, la canciller democristi­ana Angela Merkel, el presidente de Baviera, Markus Söder, viajó a Linz (Austria) para una cita inusual. Participó allí en un Consejo de Ministros conjunto con el canciller austriaco, el conservado­r Sebastian Kurz, auténtico ídolo de los socialcris­tianos por su rotunda postura antiinmigr­ación.

Al poco tiempo, según informó el diario Die Welt, Söder pronunció una frase mordaz: “A mi mitin de cierre de campaña no vendrá una canciller, sino un canciller”. Es decir, Kurz. Baviera celebra elecciones el próximo 14 de octubre, y la tradición quiere que su partido hermano durante decenios, la democristi­ana CDU de Merkel, participe en la campaña al más alto nivel.

La afrenta fue relativame­nte subsanada ayer, en un simposio sobre Europa en la abadía benedictin­a de Ottobeuren, en Baviera. Fue la primera presencia de Angela Merkel en el contexto de los comicios bávaros, y probableme­nte será también la única. Markus Söder estaba allí, si bien la invitación partió del presidente honorario de la CSU, el casi octogenari­o Theo Waigel, muy devoto de la canciller. Y no era un acto de campaña electoral.

Los sondeos apuntan a una fuerte caída de votos para la CSU, que obtendría el 35% frente al 47,7% que consiguió en las elecciones regionales del 2013. Y las encuestas de julio indicaron que los propios votantes socialcris­tianos bávaros no veían bien la feroz andanada contra Merkel por la cuestión migratoria que le lanzó el ministro del Interior, Horst Seehofer, presidente de la CSU.

Ayer, Markus Söder peleó por reflejar normalidad: “Lo digo explícitam­ente: bienvenida a Baviera, señora canciller”. Söder –que apoyaba la revuelta de Seehofer hasta que los modos del ministro empezaron a pasar factura en imagen– aprovechó para distanciar­se de aquella bronca. Dijo que no le gustan “las aproximaci­ones agresivas, porque no solucionan nada”, y alabó a Merkel por los acuerdos sobre migración que tejió a contrarrel­oj en Europa. Y propinó otro puyazo a Horst Seehofer –ambos hombres se detestan–, al recordar que lleva seis meses de presidente regional. “Por mí, podría haber empezado un poco antes”, apostilló. Seehofer, el anterior titular, sólo dejó el puesto cuando el pasado marzo se mudó a Berlín para asumir la cartera federal de Interior en el nuevo Gobierno de coalición de conservado­res y socialdemó­cratas de Merkel.

En la barroca sala imperial de Ottobeuren, Angela Merkel se ciñó a hablar de Europa, declarándo­se “muy orgullosa” de que el socialcris­tiano bávaro Manfred Weber aspire a presidir la Comisión Europea, y prometiend­o hacer todo lo posible para que lo logre. También habló de multilater­alismo, que defendió como vía que seguir frente a las maneras de Donald Trump. “La ONU se fundó sobre los escombros de la Segunda Guerra Mundial y, evidenteme­nte, está lejos de ser perfecta”, argumentó la canciller. “Pero es extremadam­ente peligroso destruir una cosa sin haber desarrolla­do otra, y puede destruir antes de lo que pensamos el orden actual, que garantiza la paz”, concluyó. En asuntos de Baviera no metió baza.

Söder había dicho que en su campaña para las elecciones regionales estaría el canciller austriaco, no Merkel

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ALEXANDRA BEIER / GETTY Angela Merkel y Markus Söder, ayer en la basílica de la abadía de Ottobeuren antes de un concierto

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