La Vanguardia

Payam, el que hace llorar

- CATALINA GÓMEZ

El ritual es el mismo durante los diez primeros días del mes islámico de Muharram. En medio de dos calles completame­nte tapadas con telas negras, decenas de jóvenes se organizan a la espera de la orden para empezar el paseíllo por el barrio, una ceremonia que recuerda una procesión de Semana Santa. Algunos tocan los tambores y los timbales, y la mayoría se flagelan con una especie de brocha hecha con cadenas delgadas. Sólo los más fuertes cargan uno de los allam, una especie de estandarte de guerra construido en hierro y adornado con plumas de colores que a su vez son los símbolos de cada heyat o cofradía.

Todos marchan al ritmo de Payam, un hombre bajito de barba espesa y ojos verdes que a través de los altavoces móviles narra dramáticam­ente –y con el objetivo final de hacer llorar a los asistentes– la historia del imán Husein, nieto del profeta Mahoma y tercer imán de los chiíes cuyo asesinato en el año 680, en las cercanías de Karbala, hoy Irak, por encargo del califa Yazid I acabaría por marcar la división entre chiíes y suníes, las dos grandes sectas del islam. La Ashura es la conmemorac­ión más importante para el chiísmo y para Irán, donde es una tradición profundame­nte arraigada en la cultura. Para un gran sector de los iraníes la devoción por el imán Husein va más allá de si se es practicant­e asiduo de la religión.

Payam es el maddah de este heyat que tiene su base en Teherán Pars, uno de los barrios de clase media más grandes y tradiciona­les de la capital iraní. “Mi labor incluye cantar, hablar sobre la historia del imán y su familia y manejar los tiempos de la procesión. Si digo algo incorrecto, o fuera de lugar, toda la ceremonia se arruinará y la gente perderá la conexión con lo que les estoy contando”, explica Payam, de 36 años, que puntualiza que todo esto junto es el trabajo de un maddah, una figura que ganó relevancia después de la victoria de la revolución islámica en 1979. Hoy existen más de 55.000 maddah registrado­s en Irán.

Algunos de ellos, como Mahmud Karimi, llegan a ser tratados casi como estrellas. Sus CD se venden en mezquitas y bazares, y los vídeos de sus aparicione­s multitudin­arias son extremadam­ente populares en internet. Pero su figura no ha estado alejada de la controvers­ia, a algunos se les critica el hecho de que su relación con las más altas esferas de República Islámica los hace casi intocables. Muchos son utilizados para mandar mensajes concretos a la población, otros aprovechan su popularida­d para intervenir en política.

“Él no es famoso como otros maddah, pero su habilidad para atraer gente a este heyat ha sido increíble”, explica Pouya, el hermano menor, que señala que Payam no cobra por lo que hace ni trabaja en un heyat diferente al suyo como sí lo hacen muchos otros que ofrecen sus servicios en estas fechas.

En los momentos en que apaga el micrófono y toma un poco de agua, Payam les cede el relevo a sus hermanos menores, Payman y Pouya, que siempre están a su lado. El primero lo acompaña con el clarinete, que suena como un oasis de paz entre el resonar de las cadenas que pegan en decenas de espaldas, y el más pequeño entona algunas líricas que dan el ritmo a la ceremonia.

Los tres, junto con una veintena de personas más, iniciaron este heyat hace alrededor de 15 años. “Primero comenzaron en casa, eran muy pocos, pero cuando empezó a unírseles más gente buscaron otro lugar donde reunirse hasta llegar a ser un heyat tan grande como lo es hoy”, cuenta Gozar, su madre, que los sigue junto a otras mujeres que acompañan la procesión. A la procesión se suma un pequeño ejército de hombres y mujeres que tras bambalinas preparan comida para más de 1.500 personas cada día. Todo lo hacen, incluido la decoración y la comida, gracias a las donaciones de vecinos y fieles.

Esta mujer rubia y siempre sonriente, que está lejos de representa­r la mujer cubierta con velo estricto o chador que es común en las madres de una figura religiosa como el maddah, cuenta que el precursor de todo esto fue Payam, que desde pequeño coordinaba a sus hermanos para repetir las ceremonias del Muharram. “Me gusta lo que hacen –por sus hijos–, pero especialme­nte me gusta que lo hacen por ellos y no molestan a otros por sus creencias”, dice mientras los observa desde la puerta del almacén de su familia, donde acaba de detenerse la procesión. Amir Hussein, uno de los pocos selecciona­dos para cargar el allam, lleva más de diez años participan­do en este Heyat. Como muchos de los otros chicos, va con camiseta en la que se lee el logo de una marca occidental y zapatillas de colores. Otros tienen tatuajes, cada vez más populares en Irán, pero no especialme­nte bien vistos por los más conservado­res. De todos los heyat que hay en estas calles del barrio, este es el más grande y el más popular. Las procesione­s, seguidas por una gran cantidad de público, son engrosadas por decenas de jóvenes, incluidos muchos que hace años nunca se hubieran molestado en participar en una conmemorac­ión religiosa. Entre ellos, hay muchas jóvenes guapísimas que aprovechan que esta es la única época del año en que hombres y mujeres pueden permanecer hasta altas horas de la noche en la calle.

“Este heyat es especial porque Payam no sólo selecciona muy bien los poemas y las historias, sino que hace que haya un ambiente de amistad entre todos. Aquí no se discrimina a nadie por cómo luce o vive la religión”, dice este hombre de 1,80 de altura que explica que para cargar el allam primero hay que ayudar a los más veteranos durante tres años.

Con el pasar de los días, y cuando llega el día de la Ashura, Payam ya está enfermo y ronco. “Lo que hago es por el amor al imán Husein, la gente aquí sabe que yo no soy nadie”, dice. La recompensa son los pétalos de rosa que le tiran los fieles desde las ventanas al ver pasar la procesión y las lágrimas de los asistentes. “Hoy es el día más fácil para un maddah pues la gente viene con las lágrimas en los ojos. Sólo hay que decir la palabra indicada y empiezan a llorar”.

Los ‘maddah’, que cantan y narran historias del imán Husein, son el alma de la festividad chií de la Ashura

“La gente viene con las lágrimas en los ojos, sólo hay que decir la palabra indicada y lloran”

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CATALINA GÓMEZ
 ?? CATALINA GÓMEZ ?? Payam se dirige, micrófono en mano, a los fieles que siguen la festividad
CATALINA GÓMEZ Payam se dirige, micrófono en mano, a los fieles que siguen la festividad

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