Objetivo cumplido
Valverde había ganado seis medallas en su búsqueda del oro
Retirarme? ¡Ni de coña! Con este maillot tan bonito... habrá que lucirlo, ¿no?” Alejandro Valverde lloró en la meta, lloró en la primera declaración oficial en la televisión y volvió a dar rienda suelta a sus emociones en el podio, a los acordes del himno español. Pero luego, recuperado de tantos abrazos y felicitaciones, después de celebrar el triunfo con su familia y con sus compañeros, volvió a ser el mismo de siempre. Sencillo y directo en sus declaraciones. Como lo era en el principio de su carrera, cuando parecía destacar tan sólo por su punta de velocidad. Como lo fue tras transformarse en un clasicómano de primera categoría. O cuando fue capaz de arrebatarle una sensacional etapa al mismísimo Lance Armstrong en el Tour 2005, en Courchevel. Entonces dijo que era el día más feliz de su carrera deportiva... sin saber lógicamente todo lo que le iba a deparar el destino.
“Han sido muchos años luchando por esto y al final se ha conseguido”, dijo ayer. Es cierto que el título Mundial siempre fue uno de sus objetivos. Con dos platas y cuatro bronces, siempre había topado con alguien mejor, más astuto o más afortunado. Hasta ayer. “La selección ha sabido estar en su sitio en todo momento, todos atentos, todos de diez. Y yo he controlado el sprint hasta que ha llegado mi distancia. Ha sido un sprint largo y me han dejado a mí toda la responsabilidad. A unos 300 metros he arrancado, esta es mi distancia me he dicho... aún no me lo creo”, comentó.
No es fácil ganar cuando se compite con el cartel de favorito pegado a la espalda. Cualquier movimiento en falso, cualquier intentona en el momento equivocado pasa factura. En primer lugar, Valverde tenía que estar ahí, un concepto ciclista que parece fácil y es endiabladamente complejo. ¿Cuándo hay que desgastarse para meterse en el ataque bueno? ¿Cuál es el ataque bueno? Y luego, además, hace falta saber rematar. Aquí la experiencia de sus 38 años ya no es un grado, es un máster. Pero todo ello conforma una tremenda responsabilidad, que el mismo campeón mundial expresó con sencillez: “Sabía que no podía fallar, que no podía fallarle a la gente y a la selección. Ha sido una emoción increíble”. La mayoría habría sucumbido atenazado por los nervios.
La carrera de Valverde ha tenido altibajos, a pesar de una tremenda regularidad. Y se explica por dos incidentes especialmente graves: pasó dos años sin competir (2010 y 2011) atrapado por la operación Puerto. Entonces se dudó, erróneamente, de su capacidad para regresar a la élite. Entrenarse durante dos años sin competir es durísimo. Y el año pasado, en la primera etapa del Tour de Francia, sufrió una caída tremenda y se fracturó una rótula. Una lesión grave y aún más a una edad deportivamente avanzada. Pero también ha sido capaz de regresar con un nivel excelente. “Cuando estaba recuperándome pensaba en volver, pero no en volver a este nivel. Llevo un año sensacional, con 14 victorias ¡y todas buenas! ¡Qué año!”, dijo ayer.
Sabía que podría hallarse ante su última oportunidad. “Casi había tirado la toalla con el Mundial. Por la mañana estaba algo nervioso, la verdad. Pero en el autocar hemos empezado a gastar bromas...”. ¿Y ahora? “Ahora a lucir el arco iris. Competiré en el Giro de Lombardía y a ver si lo lucimos bien”. Valverde ha sido segundo dos veces en esta clásica otoñal.
Sabía que no podía fallar, que no podía fallarle a la gente y a la selección. Ha sido una emoción increíble”
He controlado el sprint hasta que ha llegado mi distancia. Me han dejado a mí toda la responsabilidad”
¿Retirarme ahora? ¡Ni de coña! Con este maillot tan bonito... habrá que lucirlo, ¿no?”