Radicalismo y cultura
El lamentable espectáculo del intento de asalto por parte de independentistas exaltados al Parlament; y la celebración de la gran feria editorial Liber en Barcelona.
EL Parlament, la institución de la Generalitat que representa al pueblo de Catalunya y es depositaria de su soberanía, sufrió el lunes por la noche un intento de asalto a manos de grupos de radicales. Con su acción, dichos grupos empañaron el tramo final de la conmemoración del primer aniversario del referéndum unilateral del 1-O, al tiempo que exponían las carencias de la seguridad pública. Este asalto, que no debería haber ocurrido nunca ni siquiera en fase de tentativa, constituye una ofensa al conjunto de los catalanes, y afortunadamente no se consumó, pero ha dejado muy mal sabor de boca.
Los responsables de tal acción son, en primer lugar, quienes la perpetraron. Pero resulta difícil olvidarse de la atmósfera en que se produjo el intento de asalto. Anteayer por la mañana, el presidente de la Generalitat saludó la labor que hacían los Comités de Defensa de la República (CDR) al “apretar” y les animó a “seguir apretando”, en lo que fue generalmente interpretado como una imprudencia grave. Y no porque deba establecerse una relación de causa-efecto, sino porque el president de la Generalitat, en tanto que último responsable del orden público en Catalunya, y por tanto de su policía, los Mossos, no puede animar nunca a quienes combaten sin control el orden institucional.
A primera hora de la mañana de ayer, el director general de los Mossos, Joan Andreu Martínez, ofreció una rueda de prensa para defender la labor del cuerpo policial, en la que no estuvo presente el conseller de Interior, Miquel Buch. Dicha rueda fue todo menos satisfactoria o convincente. Dijo Martínez que la defensa del Parlament había sido debidamente planificada, rebatió la idea de que la dotación de Mossos en la Cámara catalana hubiera sido insuficiente y desvinculó a los CDR del ataque. Pocos ciudadanos podrán compartir sus puntos de vista. Cualquier persona que siguiera por televisión los hechos del Parlament tenderá a opinar lo contrario. La sensación fue más bien que a los Mossos se les escapó la situación de las manos: sólo así se explica que tuvieran que encerrarse en el Parlament a la espera de refuerzos, en lo que constituyó una imagen humillante para la institución y para ellos. Tampoco convenció Martínez al argumentar que el recinto de la Ciutadella no se había cerrado, lo que habría ahorrado problemas, porque “el sentido del acontecimiento era reivindicativo, pacífico y democrático”. El sábado ya vimos a radicales hostigando la manifestación de policías y guardias civiles, así como a los Mossos que formaban un cordón de seguridad, y constatamos que había elementos violentos buscando confrontación.
Hechos como los del lunes son inadmisibles. Todos los esfuerzos que se hagan para evitar su repetición serán pocos. A tal fin, el president Torra debe olvidarse para siempre de animar a quienes atacan el orden institucional; y los Mossos deben trabajar con una mejor planificación, que les evite sorpresas desagradables, aunque para ello deban movilizar todos sus efectivos, disponibles o no.
El remate de la conmemoración del aniversario del 1-O fue lamentable. Lo fue para todos los catalanes que contemplaron el ataque al Parlament. Lo fue para el president Torra, que tuvo ocasión de advertir su imprudencia al poco de cometerla. Y lo fue para el independentismo que el 1-O logró una victoria mediática global, pero que anteayer exhibió su peor rostro y desacreditó su imagen no violenta.