La Vanguardia

Mamá, quiero ser antifascis­ta

- Joaquín Luna

Desde que Oriol decidió hacerse antifascis­ta a los 17 años, su vida es trepidante y merece ser divulgada para admiración de las futuras generacion­es de ciudadanos.

La madre de Oriol ya lo dice, muy orgullosa, a sus amigas:

–Si mi hijo es antifascis­ta es porque todo el mundo es fascista.

Oriol y sus amigos se reúnen cada día en el barrio, donde son apreciados por su activismo aunque las malas lenguas digan que son feos y dan miedo.

–A ver, Chen, tú que eres chino y tienes esta mierda de bar. ¿Eres fascista? –Yo no entender. ¡Tú pagar birra! –Chen, colega, te lo voy a preguntar por última vez...

¿Qué culpa tiene Oriol de que Chen sea un fascista chino?

–Noooo, ¡máquina escurabutx­aques no romper!

Una vez destrozado el bar Manolito Chen, Oriol y sus colegas decidieron organizar una asamblea en el parque donde los pensionist­as juegan a petanca. El sonido de las bolas perturbaba la reunión de manera que Oriol pidió a los muy conformist­as que se fuesen a incordiar a otra parte.

–¿Y por qué no te vas tú?

He aquí el rostro imperativo del fascismo que invade Barcelona. Oriol está harto de decírselo a su madre:

–Tú eres de otra generación pero no te imaginas cuantos fascistas hay en las calles de Barcelona.

El Club Petanca Amistad y Jamón era un nido de fascistas de modo que todo el barrio consideró un progreso su liquidació­n, acordada de facto por su presidente, Baldomero, mientras recibía unos bastonazos en la crisma. –¡Cabroooone­s! –Baldomero, no entiendes nada. Estos bastonazos son un avance en nuestra lucha. Te estamos pagando tu pensión y encima molestas.

Hay tanto que hacer –se desespera Oriol–. El quiosco del barrio aún vende el ¡Hola! y mira que se lo tienen dicho al dueño: no queremos propaganda fascista en nuestras calles. “Una noche de estas prenderemo­s fuego al puto quiosco y se acabará la injusticia”.

El padre de Oriol también está muy orgulloso. Piensa que su hijo llegara muy lejos. Algunas noches, en el dormitorio, abre su corazón.

–¿Te imaginas que Oriol sea el primer director general de Afers Antifeixis­tes de la Generalita­t? Ya me lo imagino en su despacho estampando la firma en los salvocondu­ctos. Entraríamo­s gratis en el Camp Nou...

De vez en cuando, Oriol llega de madrugada muy indignado porque le han cobrado en el autobús nocturno.

–Es tan fascista, mamá, que nos cobren un billete a la clase trabajador­a. Y que otros trabajador­es nos lo recriminen. Al bajar me he cagado en los muertos del conductor.

Yo creo que el mérito no es de Oriol y su peña sino del colectivo de fascistas que somos todos los que discrepamo­s pero cualquiera les retira el título, con lo ufanos y chulos que son.

Oriol, antifascis­ta y muy querido en su casa: “¡Es tan fascista que nos cobren en el bus a la clase trabajador­a!”

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