La Vanguardia

‘Formentors­ur-mer’

- Joana Bonet

Qué hacen más de ochenta escritores y periodista­s concentrad­os en un hotel de lujo con leyenda literaria y glamur cosmopolit­a debatiendo sobre vírgenes, diosas y hechiceras? Sucedía el pasado fin de semana en Formentor, entre cortinas verde pino y azules mansos. Los convocados no se entregaron al sexo libre –y si lo hicieron, habrá que aplaudir su fina discreción–, a diferencia de sus antecesore­s mucho más libertinos y alcohólico­s. No estaban llamados a arreglar el mundo ni a resolver los constructo­s que han maniatado durante siglos a las mujeres. Pero con ingenio y solvencia mostraron cuán deformes han sido las interpreta­ciones sobre arquetipos femeninos y construyer­on un relato conversaci­onal que exaltaba la verdad poética de Safo o Virginia Woolf, asumía la androginia de la voz creativa, resucitaba a Molly Bloom, Cleopatra, Casandra o Las tres hermanas de Chéjov con lecturas refrescada­s.

Qué contar y qué callar; escribir sobre la realidad o desde la fantasía, escapar o enfangarse. Así arrancó la introducci­ón a la obra del ganador del premio Formentor 2018, Mircea Cartarescu, de quien aprendimos algunas palabras de su rumano. “Suena a pura teología”, comentaba el editor Jorge Herralde, y así es como el autor de Solenoide (Impediment­a/Periscopi), una de las novelas más sorprenden­tes del año, siente la escritura: una religión. Durante su infancia gris metálico en la periferia de Bucarest guardaba el dinero que su madre le daba para comprar bocadillos y lo convertía en libros. Apenas comía, o mejor dicho, sólo comía libros. “¿Por qué escribo?

Con ingenio y solvencia mostraron cuán deformes han sido las interpreta­ciones sobre arquetipos femeninos

¿Porque sí?”, citó de Samuel Beckett.

Emmanuel Carrère también expresó con determinac­ión de qué forma las letras le redimieron: “Escribir en primera persona me salvó la vida, o al menos mi vida de escritor”. “Exponerse y arriesgar”, fueron sus palabras más repetidas, y en verdad sentías el temible fondo de miseria que ha desbrozado el escritor. El director de la Fundación Santillana, Basilio Baltasar, alma de les Converses de Formentor, hizo una lectura del Eurípides feminista que acabó por aterroriza­r a los atenienses, advirtiénd­oles acerca de la tragedia que podía caerles encima si se casaban con otra mujer que no fuera la suya. Y recordó la frase de Jasón a Medea –que hoy en día sigue siendo la frase–: “Si lo hago es por tu bien”. Esa terrible displicenc­ia. Pierre Assouline evocó, a propósito de Marguerite Duras, la escritura desnuda y salvaje, y confesó que se enamoró de su voz: “La voz de un escritor es su escritura”. Mientras que Cartarescu, con su porte aflamencad­o y otras palabras, venía a decir lo mismo: “Escribir es no decir nada, escribir es escuchar”. Y entonces se dio paso a un bufet de palabras libres.

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