Los demógrafos desmienten que haya una crisis poblacional y de fecundidad
Invierno, crisis, suicidio. Son algunos de los conceptos que se utilizan para hablar de la evolución de la población en España. Conceptos negativos que alarman y que un grupo de demógrafos del Centre d’Estudis Demogràfics (CED) han querido desmontar en un libro coral cuyo título deja lugar a pocas dudas Demografía y posverdad. Estereotipos, distorsiones y falsedades sobre la evolución de la población (Ed. Icria). Ni la población va a desaparecer si se tienen menos hijos, ni el envejecimiento de la población dinamitará las pensiones.
Andreu Domingo, subdirector del CED y coordinador del libro, explica que sobre todo en torno al envejecimiento, la fecundidad y las migraciones se han creado unos “escenarios distópicos”, se han trasladado una serie de problemas a la demografía –sin dar la voz a los demógrafos– cuando ésta no es el problema. Uno de los ejemplos de estas “falacias”, explica, es la reiterada apelación a la fecundidad, y la “mal llamada” tasa de reemplazo de 2,1 hijos para la reproducción de las generaciones. Esta afirmación, dice, no es cierta ni siquiera en ausencia de migraciones. La esperanza de vida tiene un papel en la reproducción de las generaciones, una esperanza de vida que ha ido creciendo progresivamente por lo que la población no tiene ni que decrecer ni, mucho menos, extinguirse.
Es lo que Julio Pérez Díaz, demógrafo del CSIC, denomina la “revolución reproductiva”, donde el factor principal es el tiempo en el que se va a poder vivir. Un tiempo que ha ido creciendo, un proceso de “democratización de la supervivencia” en el que no es necesario tener muchos hijos. Hoy se invierte más en ellos, y pueden tener vidas más largas y productivas.
Tampoco consideran los autores que el futuro de las pensiones esté en peligro por culpa de la demografía. El problema, señalan Pau Miret y Pilar Zueras, está en la capacidad del mercado laboral de absorber y aprovechar el capital de los jóvenes. No es una cuestión de número sino de las condiciones de trabajo. El paro y los trabajos precarios son los que lastran las arcas del Estado. Subrayan también la importancia de la participación de las mujeres en el mercado ya que el sistema se tambalea cuando no se aprovecha el potencial demográfico.
Los autores también desmontan los “mitos” de que las personas inmigrantes “se quedan” con los trabajos de los nativos, se benefician del Estado del bienestar y montan sociedades paralelas.
Mitos que ponen la culpa en el individuo, especialmente desde el neoliberalismo, para no afrontar los graves problemas económicos.