May baila al ritmo de Abba en el congreso conservador
La premier contraataca reclamando unidad ante el Brexit: “Todo saldrá bien”
Theresa May, que no es universalmente conocida por su gracejo ni tiene el desparpajo de una vedette del Folies Bergère, había de estar realmente desesperada para subir al escenario del congreso conservador de Birmingham moviendo el esqueleto a los sones del Dancing queen de Abba. Llamar a eso bailar sería en exceso generoso, más bien parecía un robot programado para mover los brazos y las piernas. No es de extrañar que la imagen revolucionara las redes sociales, y que Instagram se cayera durante unas horas.
Pero como todo en política es una cuestión de expectativas, y el listón estaba tan bajo, May aún se puede dar con un canto en los dientes. No se puso a toser, ni se le fue la voz, ni se cayeron las letras del eslogan que tenía detrás, ni subió alguien al escenario para darle el finiquito, como ocurrió el año pasado. En comparación todo le salió rodado, no hubo abucheos y fue aplaudida por los militantes. Y aunque su plan de Chequers para un Brexit blando no inspira ningún entusiasmo, y Boris Johnson y compañía siguen conspirando contra ella, ha sobrevivido al congreso, que era a lo más a lo que podía aspirar. Paso a paso. Próxima parada, la respuesta oficial de la UE a sus propuestas, el miércoles.
Al día siguiente de que Boris calificara su plan para salir de la Unión Europea de antidemocrático, inviable, inmoral y poco menos que una traición nacional, May caminó de puntillas sobre el tema del Brexit. Reconoció que marcharse sin un acuerdo “sería al principio duro” y “un mal resultado para ambas partes”, pero siguió en sus trece de que prefiere dar un portazo antes que aceptar un pacto que no convenga al Reino Unido y no refleje el resultado del referéndum: fin a la libertad de movimiento, capacidad para que el Reino Unido firme sus propios pactos comerciales, protección de la unidad nacional (o sea, que no haya un trato aduanero distinto para el Ulster y el resto del país), y fin de la prevalencia de los tribunales europeos sobre los británicos.
Pero la misión de May en Birmingham era poner al mal tiempo buena cara, porque en política no hay nada menos sexy que el pesimismo. Así que el mensaje de la primera ministra fue que “la imaginación y perseverancia de los británicos prevalecerá, y al final todo saldrá bien”. Lo cual es posible, claro, porque todo lo es, pero no es lo que pronostican el Banco de Inglaterra, la patronal, los sindicatos y el Fondo Monetario Internacional, que estiman en hasta un 8% la pérdida de PIB del Reino Unido, dependiendo del tipo de Brexit. Según ella, no hay nada de lo que arrepentirse y todo será color de rosa.
Como las negociaciones del Brexit se encuentran estancadas –tanto dentro del Partido Conservador como con la Unión Europea–, May prefirió cebarse en el líder laborista, Jeremy Corbyn, que en el congreso de su partido en Liverpool tomó la semana pasada la iniciativa en el tema económico y social, con un radical plan de privatizaciones de industrias, subida de impuestos a las rentas más altas, creación de em- pleo en el sector de las energías renovables y participación de los trabajadores en los consejos de administración de las empresas con más de 250 empleados. La premier respondió con la promesa de construir más vivienda subvencionada, acabando con las cortapisas a la cantidad de dinero que los ayuntamientos pueden dedicar a ese capítulo. Y reafirmó el compromiso de dedicar 25.000 millones de euros a la mejora de la sanidad pública (NHS).
El lema del congreso conservador fue “Oportunidad” –uno de los
SALIDA DE EUROPA Marcharse sin un acuerdo “sería duro al principio” y malo para ambas partes, admite
ATAQUE A CORBYN
“Acaba la austeridad, pero no gastaremos de forma irresponsable como los laboristas”
más manoseados que imaginarse pueda, reflejo de la crisis de ideas de los tories–, y en esa línea May vendió la imagen thatcherista de una sociedad en la que todo el mundo puede prosperar si trabaja duro. Un concepto que suena muy bien, pero que contrasta con la realidad de los sueldos basura, de los licenciados universitarios que no encuentran trabajo ni a tiros, y de unos salarios que en la práctica llevan congelados desde el estallido de la crisis financiera en el 2008, mientras las acciones suben y los altos ejecutivos cobran 175 veces más que un empleado medio. “La austeridad ha terminado –proclamó–, aunque no por ello vamos a gastar de manera irresponsable como el Labour”.
Theresa May invocó el espíritu de las guerras mundiales al afirmar que “si remamos todos juntos no hay nada que no podamos conseguir”. Apeló a “todos los patriotas decentes, a los centristas y los moderados” para defender su visión de un Brexit blando a mitad de camino entre las fórmulas de Noruega y Canadá (pertenencia al Área Económica Europea y simple tratado de libre comercio), y se mostró confiada en persuadir a Bruselas de que al final haga un traje a la medida de Londres “en beneficio mutuo”. “El liderazgo –señaló– consiste en luchar por lo que uno cree a pesar de los inconvenientes, con valentía y decisión, y eso es lo que hago”.
Aunque haya sobrevivido al congreso, los problemas de May no han acabado ni mucho menos. La conferencia ha sido como un desfile de modelos, en el que ministros y exministros (Boris Johnson, Dominic Raab, Michael Gove, Penny Mordaunt, Esther McVey, Jeremy Hunt, Sajiv Javid, Liam Fox...) se han postulado abiertamente para reemplazarla, en medio de crecientes especulaciones de que el propio Gabinete le ha puesto una fecha de caducidad, y pedido que se retire una vez concluido el Brexit y antes de las próximas elecciones.
Pero aún falta mucho para llegar a esa estación. Antes, la premier ha de arrancar a Bruselas un acuerdo de salida que impida una frontera dura en Irlanda “sin romper la unidad nacional”, ha de persuadir a sus socios de coalición del DUP (ultraconservadores del Ulster) de que no veten el pacto –cosa con la que amenazan–, ha de sentar con la UE las bases de una futura relación comercial que no atente contra la integridad del mercado único, y ha de sacar adelante el eventual compromiso en el Parlamento.
Los observadores no descartan una crisis constitucional antes de diciembre. May sabe que su futuro es incierto pero sigue luchando, contra todos los elementos. Su lema es el título de la película de James Bond: Muere otro día.