Wembley devuelve la magia.
El equipo blaugrana, más coral con Arthur, sale de la depresión guiado por Messi
Después de tres tropiezos seguidos en la Liga, el Barça, liderado por un ambicioso Messi y con buen juego, recuperó en la Champions ante el Tottenham la ilusión del triunfo (2-4).
Wembley nunca falla. El segundo templo blaugrana, sucursal del Camp Nou de la que emanan parecidos sentimientos, siempre está ahí para echar un cable. Llegaban los jugadores de Valverde con la moral baja, y el escenario les sanó. El Barça doblegó a un tozudo Tottenham, que se negó a perder hasta el final, con una victoria de prestigio, desenlace de un partido que homenajeó al fútbol. El Barça pasó por todos los estados de ánimo, desde la superioridad hasta la angustia, pero acabó bien la noche. Su imagen salió reforzada, impulsada por un Messi majestuoso, autor de una función colosal (dos goles y dos postes) en la que reventó además su cuentakilómetros. Hiperactivo, el argentino da sentido y continuidad a su discurso inaugural como capitán. Quiere la Champions. El diez capitaneó a un equipo por fin coral y gracias sobre todo a la incorporación de Arthur.
Y es que Valverde, habitualmente previsible, no lo fue en su debut en Wembley. “¡Juega Arthur!”, exclamó antes del encuentro uno de los enviados especiales, con la ilusión de un niño londinense repartiendo a la antigua periódicos por la calle. El técnico se inclinaba por el brasileño, un tipo al que se ha visto poco pero reclamado mucho, esperanza sudamericana para preservar el estilo de posición y posesión de la Masia, una cosa rara. Su actuación fue más que buena, decir que sus caracoleos recordaron a Xavi no es una irreverencia. El dibujo resultante fue un 4-3-3, con Coutinho abierto a la izquierda del ataque y Messi moviéndose por donde le daba la gana, como debe ser, así que el sacrificado fue Dembélé. Ahí la sorpresa fue relativa.
Empezó como un tiro el Barça y mal el Tottenham, condicionado por las bajas de Eriksen y Dele Alli, que agujerearon su media. Lloris sí llegó a tiempo a la cita, pero lo hizo muy justo, y se notó en la primera acción. Messi circuló por el centro, profundizó hacia Alba y el lateral, viendo que el portero francés se fue a por mushrooms, cedió el balón a Coutinho, que chutó a puerta vacía para colocar el 0-1 muy pronto. Necesitaba el equipo de Valverde empezar un partido bien de una puñetera vez. Y lo logró en Wembley.
El Barça se sintió cómodo y, a diferencia de otros partidos, alargó sus ataques, factor que le sentó bien porque le permitió defender con orden cada pérdida de balón, minimizadas anoche. Los ingleses opusieron al dominio blaugrana espasmos futbolísticos, sobre todo cuando Busquets pasó no menos de diez minutos medio cojo. Ahí apareció Kane con un disparo lejano que blocó Ter Stegen pese a que le botó delante. Otro obstáculo que negaba una fluidez todavía superior en el juego de combinación visitante era el estado del césped, pelado por culpa de un combate reciente de pesos pesados entre Anthony Joshua y Alexander Povetikin. Las marcas del ring todavía se dejaban notar. Peajes de los nuevos tiempos, a los que ni siquiera escapa Wembley. Superada esa fase extraña, el Barça volvió a golpear. Messi lanzó un contragolpe en el que participaron Suárez y Coutinho, el balón acabó flotando en la frontal del área y lo cazó al vuelo Rakitic, necesitado de un subidón así. La volea fue de las que salen en todos los resúmenes. El gol llegó en el minuto 27 y de ahí al descanso el Barça se paseó, elevó el nivel de juego a categoría de meneo y pudo aumentar el marcador gracias a intentos consecutivos de Messi, Coutinho y Suárez. La impotencia inglesa llevó a Wanyama y Trippier a atizar al argentino.
El inicio de la segunda parte, mirado desde el lado blaugrana, fue un monumento a la desgracia. Messi la empezó con una exhibición de cinco minutos de duración. Un festival sólo a su alcance. Primero protagonizó una galopada de videoteca cuyo desenlace fue la base del poste, una injusticia. Pero es que un minu-
PARTIDAZO
El argentino jugó como siempre y corrió como nunca; el Tottenham, tozudo, luchó hasta el final
to después volvió a topar con la madera. Se lamentaban Messi y el barcelonismo sincronizadamente, y apareció Kane para empeorar la escena. El nueve recibió un buen pase de Lamela, recortó a Semedo haciéndole caer y chutó con una precisión extraordinaria para batir a Ter Stegen, Un golazo.
Con un Barça vulnerable esta temporada, se temió que el miedo se apoderara de sus piernas, encogidas por el rugir de las gradas spurs de Wembley, pero reaccionó el equipo azulgrana con otra jugada colectiva. Arthur conectó con Messi, este con Alba, y el centro del lateral, cuyo remate evitaron deliberadamente Coutinho y Suárez, fue cazado por Messi, perseverante incombustible.
Pero los partidos no acaban nunca en Inglaterra, país que entiende que cualquier partido perdido es remontable. Lamela, exniño prodigio que firmó un señor partido, se sumó al carro de la fe y se alió con la fortuna: su chut rebotó en Lenglet y despistó a Ter Stegen.
El 2-3 desconcertó al Barça, que miraba de reojo el marcador y no se lo acababa de creer. Ahí sí se desfiguró. El Tottenham levantó a su gente de los asientos, hizo entrar al gigante Llorente y apretó a base de córners. Hasta que apareció Messi para decir basta. Siempre él.