Trump se burla de la mujer que acusa al juez Kavanaugh de agresión sexual
El FBI ultima sus pesquisas mientras el Senado se prepara para votar
El clima social en Estados Unidos en torno al nombramiento del juez Brett Kavanaugh se degradó ayer un poco más después de que su presidente, Donald Trump, se burlara en un mitin del testimonio de Christine Blasey Ford, la mujer que le acusa de una agresión sexual ocurrida hace más de 30 años.
“Me tomé una cerveza, sólo una... ¿Cómo llegaste a casa? No me acuerdo ¿Cómo llegaste ahí? No me acuerdo ¿Dónde fue? No me acuerdo ¿Cuándo? No lo sé, no lo sé...”, dijo Trump, mofándose de la intervención de Ford, profesora de Psicología en la Universidad de Palo Alto (California), el jueves ante el Senado, cuando acusó al juez de intentar violarla en una fiesta de adolescentes en las afueras de Washington cuando ella tenía 15 años y él, 17.
“¿En qué barrio, en qué casa? ¿Arriba, abajo? No lo sé, no lo sé, pero me tomé una cerveza”, prosiguió. Algunos de los miembros del público, seguidores en Southaven, una ciudad del conservador estado sureño de Misisipi, se mostraron dubitativos pero se dejaron arrastrar por los aplausos de la mayoría para celebrar la burla hacia una mujer que se declara víctima de una agresión sexual. “No se reía de ella, sólo estaba describiendo los hechos”, dijo ayer la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Sanders, que defendió que tanto Ford como Kavanaugh son “víctimas de los demócratas”.
A estas alturas de su presidencia, esperar coherencia por parte de Trump es conocer muy poco al personaje pero esta vez se ha superado a sí mismo. Tras escuchar la intervención de Ford, dijo que era “una testigo muy creíble”. “Me ha parecido que su testimonio era muy convincente y a mis ojos es una mujer muy, muy agradable”, comentó el presidente desde la Casa Blanca. Luego escuchó la agresiva defensa de Kavanaugh, que niega las acusaciones, y se puso sin fisuras del lado del juez, del hombre, como ha hecho en anteriores ocasiones, incluso con políticos con acusaciones muy firmes y creíbles. Nunca, sin embargo, había llegado tan lejos como ridiculizar a una posible víctima de abusos sexuales.
Kavanaugh es uno de los candidatos menos populares al Tribunal Supremo. Un 48% de los estadounidenses (y un 84% de los votantes demócratas) considera que Kavanaugh no debe ser confirmado, frente al 42% (y el 84% de los republicanos) que sostiene que sí se debe seguir adelante, según la última encuesta de Quinnipiac University. El rechazo al candidato, de perfil ultraconservador, aumenta semana a semana pero la batalla tiene también rasgos de una guerra de sexos y el presidente está dispuesto a atizarla de cara a las elecciones.
Sólo un 49% de los hombres se opone al nombramiento de Kavanaugh, frente al 55% de las mujeres. Pero entre las votantes republicanas son mayoría las que creen más a Kavanaugh que a Ford (86% frente al 10%) y creen que es víctima de una campaña de injurias. “La vida de Kavanaugh, la de su mujer, sus hijos, está destrozada”, dijo Trump en el mitin. “Estamos en un momento muy importante de nuestra historia”, insistió, llamando a sus seguidores a pensar en sus padres, maridos, hermanos o hijos, que pueden ver sus vidas arruinadas por acusaciones falsas. “Son gente realmente malvada”, dijo. Trump lo admite: su opinión está influida por su propia experiencia de ser acusado (“falsamente”, sostiene).
Los senadores republicanos Jeff Flake, Susan Collins y Lisa Murkowski –cuyos votos serán clave para Kavanaugh– criticaron ayer los “inapropiados” comentarios del presidente mientras los votantes se movilizan en todo el país para interpelar a los políticos sobre el tema, sea en las puertas del Capitolio, el aeropuerto o restaurantes. La estrategia demócrata para frenar al juez se centra ahora en demostrar que mintió al Senado y que si faltó a la verdad sobre, por ejemplo, sobre hasta qué punto bebía en su juventud, puede hacerlo sobre temas más relevantes. El FBI podría entregar hoy su informe actualizado sobre Kavanaugh a la Casa Blanca, que confía en que el Senado vote el nombramiento esta semana.
El debate sobre el juez es también una guerra de sexos y el presidente está dispuesto a atizarla