Irak estrena presidente y primer ministro tras cinco meses de bloqueo
Después de cinco meses de bloqueo, la selva política iraquí, con sus ramificaciones kurdas, aparece desde ayer mucho más despejada. Tras las elecciones generales de mayo, las distintas facciones políticas y sectarias habían sido incapaces de articular una mayoría, dificultada por los vetos entre bastidores de Estados Unidos e Irán. Sin embargo, el martes por la noche una serie de pactos a varias bandas desatascaron simultáneamente la elección de jefe del Estado y la mucho más crucial de jefe de Gobierno.
En Bagdad ha vuelto a tejerse así un frágil encaje de bolillos entre chiíes y suníes, árabes y kurdos, así como entre sus respectivos valedores internacionales. Asimismo, los resultados preliminares de las elecciones del domingo pasado en el Kurdistán apuntan a una renovada mayoría simple del partido de Masud Barzani, que ha bajado del monte.
El nuevo presidente iraquí, Barham Salih, es un informático kurdo opuesto al clan de los Barzani, así como al referéndum unilateral de hace un año. Tanto es así que sólo el mes pasado volvió al redil de la Unión Patriótica del Kurdistán, del difunto Yalal Talabani. Salih –que fue en su día mano derecha de EE.UU. en el Kurdistán, hasta el punto de quedarse solo argumentando que Sadam Husein apoyaba a Al Qaeda– nombró en menos de dos horas a su primer ministro, el veterano político chií Adel Abdelmahdi, al que da un mes para formar gobierno y ganarse a la cámara.
Este sustituto de Haider al Abadi es un economista que también goza de la confianza de los estadounidenses sin provocar el veto de Teherán. Hijo de un ministro de la depuesta monarquía, ha ejercido previamente como vicepresidente, ministro de Finanzas y de Hidrocarburos.
Desde el derrocamiento de Sadam Hussein, un pacto no escrito establece que el presidente del Parlamento iraquí sea un suní, el presidente, un kurdo, y el primer ministro, un chií.
Por otro lado, la reciente cita con las urnas de los kurdos se ha visto devaluada por una abstención récord y acusaciones de irregularidades, en un clima muy alejado del entusiasmo de hace un año, cuando el referéndum unilateral de independencia fue ganado por los convocantes, pero la región terminó pagando un enorme precio político y económico.
La falta de reconocimiento internacional fue aprovechada por el ejército para recuperar las zonas disputadas, incluida Kirkuk y su petróleo. Bagdad también se hizo con los puestos fronterizos y los aeropuertos, tras vetar durante meses los vuelos internacionales. Barzani hasta tuvo que dimitir como presidente del Kurdistán, aunque nadie ha osado ocupar su puesto y su sobrino Nechirvan sigue de primer ministro.