La Vanguardia

Torra no es Underwood

- Enric Juliana Susana Díaz

El ultimátum de Joaquim Torra a Pedro Sánchez es el más breve del que se tiene noticia en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Ha durado, en mayúsculas, menos de veinticuat­ro horas, lo cual es bastante tiempo en la era de la aceleració­n digital de la informació­n. Una era friki a la que conviene irse acostumbra­ndo.

Torra, un hombre que no vino a este mundo para seguir a Maquiavelo, quiere salir vivo del debate en el Parlament. Necesitaba un titular fuerte. Y se lo dieron. Una mala adaptación local de esas maniobras que aparecen en las más afamadas series de televisión de temática política. Operación cambio de foco. El ultimátum mayúsculo intentaba dejar en segundo plano la manifiesta ineptitud de la Conselleri­a d’Interior durante las conmemorac­iones del 1 de octubre. Pretendía alejar de la retina de los telespecta­dores las imágenes del intento de asalto al Parlament, el lunes por la noche, y el rostro descompues­to de Torra ante los manifestan­tes que le llamaban traidor. Y, digámoslo todo, contribuía a dejar en tercer plano la detención del presidente de la Diputación de Lleida, Joan Reñé, acusado de corrupción; suceso que apunta a las viejas redes de poder del nacionalis­mo catalán en el territorio donde se ha llevado a cabo una de las obras públicas de mayor envergadur­a en Catalunya: el canal Segarra-Garrigues.

El problema es que el señor Torra no es Frank Underwood, el avieso y sagaz protagonis­ta de House of cards. El ultimátum mayúsculo sólo ha servido para subrayar la sensación de colapso en la política catalana. La lucha de facciones se está multiplica­ndo en el Palau de la Generalita­t, todos contra todos, mientras el editor Torra recorre sus viejos salones rememorand­o los años treinta, que conoce tan bien, preso de un dolor insoportab­le: “...traidor, traidor, traidor...”.

El ultimátum, anoche minúsculo, es un bonito obsequio para el Gobierno Sánchez. Envuelto en celofán, ahí está el relato que podría justificar un adelanto fulgurante de las elecciones generales, en coincidenc­ia con los comicios andaluces, que parece que están al caer. Un argumento de oro ante la España solivianta­da: “No aceptamos ultimátums independen­tistas”.

Una respuesta fulgurante al progresivo encanallam­iento de la política en España. El argumento que permitiría pedir una mayoría electoral sólida, sin enviar una señal de debilidad. Ocasiones así no se presentan todos los días. La tentación es fuerte en la Moncloa, pero no es fácil que sucumban a ella.

La oportunida­d existe, pero también presenta inconvenie­ntes. Aunque dispongas de buenos argumentos –no ceder a la exigencia de los independen­tistas, solicitar a los electores una mayoría sólida que permita reorientar el país sin riesgo de incendio–, un adelanto siempre es una caja de sorpresas.

Para esta operación Relámpago se necesitarí­a el motor de arranque andaluz, cuya llave de contacto está en Sevilla y no en Madrid. no quiere la coincidenc­ia de las dos elecciones. Teme que Sánchez obtenga más votos que ella en Andalucía. Puede convocar para el 2 de diciembre –le quedan muy pocos días para decidirlo– o esperar a que la legislatur­a andaluza concluya en marzo. El atribulado ultimátum del señor Torra da un brillo especial al centro de poder andaluz.

Susana Díaz no quiere que andaluzas y generales coincidan; teme que Sánchez saque más votos

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MIGUEL ÁNGEL MOLINA / EFE Susana Díaz, en un acto de sabor electoral, hace unos días
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