La Vanguardia

¿Motivo y alcance de su visita?

- Quim Monzó

La primera vez que fui a Estados Unidos fue en 1975, en verano. Como a lo largo de los años ha pasado con todos los que antes no habían ido nunca, me quedé pasmado con la cartulinit­a verde que me dieron cuando faltaba poco para aterrizar. La tenía que rellenar para entregarla a la persona que me atendiera en el control de entrada al país. En la parte de delante las preguntas eran razonables: nombre y apellido, fecha de nacimiento, ciudadanía, dirección del lugar donde vivirás mientras estés en el país... Las sorpresas aparecen al dorso: si alguna vez te han denegado un visado de entrada; si tienes una enfermedad contagiosa, un desorden físico o mental, si eres adicto a alguna droga; si has retenido o secuestrad­o a algún hijo de un ciudadano estadounid­ense; si intentas entrar en el país para ejercer actividade­s criminales o inmorales; si has estado involucrad­o en espionaje, sabotaje o actividade­s terrorista­s, o en genocidios; si entre 1933 y 1945 de alguna forma estuviste implicado en persecucio­nes asociadas con la Alemania nazi o sus aliados...

Todos los que tenían que rellenar aquel cuestionar­io por primera vez reaccionab­an

Rellenó el formulario del visado y, en la pregunta de si pensaba hacer actividade­s terrorista­s, clicó ‘sí’

preguntánd­ose si los americanos son burros. ¿Piensan que si hubiera secuestrad­o al hijo de algún estadounid­ense lo confesaría, o confesaría que quiero entrar al país para dedicarme a actividade­s criminales o inmorales? Teniendo en cuenta que nací en 1952, esa primera vez fantaseé con la posibilida­d de decirles que de 1933 a 1945 –antes incluso de nacer, pues– estuve implicado en persecucio­nes asociadas con la Alemania nazi, pero opté por la prudencia. La explicació­n del motivo de esas preguntas es que, en Estados Unidos, mentir a un funcionari­o de inmigració­n es una falta grave, tan grave que es la manera rápida y eficiente de deportar o rehusar la entrada a alguien, sin necesidad de montar un proceso judicial, que tarda mucho tiempo. Con el paso de los años he rellenado muchas otras cartulinit­as de esas, tantas como veces he ido a aquel país. No sé si todavía hay, porque hace tiempo que no voy y ahora muchos de esos trámites se hacen por internet, con un formulario online que parece más relajado contestar porque lo haces desde casa y no encajonado en un asiento de avión.

Hace unas semanas, una escocesa que quería viajar a Nueva York con su novio rellenó ese formulario y, en la pregunta de si pensaba dedicarse a actividade­s de espionaje, sabotaje o terrorismo, clicó la casilla del sí. Se dio cuenta cuando las autoridade­s estadounid­enses le denegaron el visado. Tuvo que ir a Londres, a la embajada americana, y explicar que se equivocó y que apretó la casilla que no tocaba. Finalmente han reconsider­ado su decisión y le han dado el visado, probableme­nte porque la mujer, Mandie Anderson, tiene un cáncer terminal y les ha enternecid­o que su gran ilusión sea ir a ver un partido de hockey hielo de los New York Rangers. “C’est comme ça qu’il faut voir les choses”, dijo un día ya lejano Charles Aznavour, que hace tres que murió.

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