La Vanguardia

Este Clavé disgustaba

- LLUÍS PERMANYER

El monumento a Josep Anselm Clavé se comenzó a perfilar cuando fue colocada la primera piedra en su lugar de destino, el cruce de rambla Catalunya con València, el 24 de septiembre de 1883.

Era tan popular y querido el personaje, más por músico que por político, que los manejadore­s de las riendas efectivas de la ciudad creyeron razonable abrir una subscripci­ón pública.

El monumento fue inaugurado, con solemnidad y presencia masiva de admiradore­s, el 24 de noviembre de 1888. Desde el primer día fue objeto de no pocas críticas, tantas como las esgrimidas contra el monumento al comediógra­fo Pitarra.

El conjunto consta de dos partes bien diferencia­das. La base pétrea fue proyectada por el arquitecto Josep Vilaseca, mientras que la efigie fue modelada por el escultor Manuel Fuxà, y pasada luego a materia definitiva, el bronce.

El pintor Isidre Nonell no se mordió la lengua ni disimuló su indignació­n, al comentar que en los cuatro ángulos de la enorme peana figuraban tales harpas de piedra que sólo podrían ser tocadas con un pico.

Josep Pla contó una historia que tiene el típico perfil de un periodista que no para de asombrarno­s por su carencia de rigor y una tendencia a la imaginació­n novelístic­a. Era cierto que la subscripci­ón popular no había alcanzado la cantidad requerida para sufragar todos los gastos, como era sólito entonces en esta ciudad; de ahí que él comentara la improvisac­ión que presidió tal comienzo. Aseguraba que el arquitecto Falqués, hacia quien profesaba inquina notable y compartida por la opinión pública, tuvo que inventarse a toda prisa un zócalo.

Pues bien, la peana arquitectó­nica fue debida a Josep Vilaseca, y estaba ya culminada el día de la inauguraci­ón. Quizá la confusión se originó por una menguada recaudació­n que no permitió llevar a cabo otro proyecto que habría sido más acertado, basado en una gran columna coronada por la estatua de Clavé.

El director del Diario de Barcelona, Joan Burgada, opinó que a la escultura le pesaba más la cabeza que los pies y que por eso evitaba a toda costa pasar cerca por temer que un día fatalmente caería.

Àurea Clavé, la hija, no escondió su disgusto al ver el efecto que producía en la calle.

El lugar fue escogido por haber albergado en su día los Jardines de la Ninfa, lugar en el que dirigió sus corales. Reconozco que el conjunto es demasiado voluminoso, amén de desproporc­ionada la escultura en relación con la base.

Pronto se echó de ver que era un estorbo para la circulació­n creciente de vehículos, y después de la guerra se comenzó a barajar la convenienc­ia de quitarlo para un traslado que no provocara rechazo. Se pensó en la plaza Tetuán, donde habría lugar para concentrac­iones de masas corales, pero al final fue situado el 6 de mayo de 1956 en la parte alta del paseo Sant Joan.

IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA

Por ser demasiado voluminoso, en 1956 fue finalmente trasladado al paseo Sant Joan

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El monumento al muy querido Josep Anselm Clavé fue alzado en la rambla Catalunya
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