Arthur en tierra santa
Cada religión tiene su tierra santa. La del Barça, con permiso del Camp Nou, es Wembley. Allá donde se evocan grandes recuerdos y donde se dice con orgullo “yo estuve”. Allá donde Messi predica con el ejemplo luciéndose con el balón, exhibiéndose como un rey y trabajando como un poseso para cerrar su banda. Allá donde Busquets pilota la medular por momentos como solía hacer antaño, aunque el físico ya no le aguante tanto. Allá donde Coutinho saca su martillo. Allá donde Rakitic enseña orgulloso el escudo con un cañonazo de póster. Allá donde el Barça se estimula tras sus malos resultados. Y allá donde el entrenador da un paso adelante con un centrocampista de cariz técnico (Arthur) en vez de recogerse en la pelea y el barullo de jugadores de otro corte. Justo es reconocer ese atrevimiento cuando otros días se ha subrayado su excesiva prudencia. El brasileño, al que todavía le queda tiempo de cocción, enseñó gestos técnicos para rememorar a Xavi y buenas intenciones. Una carta de presentación interesante en un estadio de este calado. Un futbolista patrocinado por Messi públicamente es para tenerlo en cuenta, aunque la mayoría de los que le juzgan (juzgamos) no le hayan visto más que en un puñado de partidos. Suficientes para intuir que se trata un futbolista de morro fino y con posibilidades.
Es casi seguro que el Barcelona jamás sea aquel equipo del 2011 que tocaba el violín constantemente. Pero el reto del conjunto blaugrana es ser reconocible, autoritario y fiable. Su desafío es mostrarse más duro, de piernas y de mente, de lo que ha sido en los campos de Europa en las últimas temporadas y en los de la Liga en jornadas recientes. Anoche se reencontró con el triunfo y con la belleza pero siguió siendo un punto inconsistente y más teniendo en cuenta que el Tottenham se presentaba sin buena parte de su columna vertebral.
Allá, en esa instalación de reminiscencias mágicas, el Barcelona continuó haciendo camino en una competición que quiere recuperar, hacer suya, reconquistar. Es en primavera cuando hay que alcanzar el punto álgido pero para ello se ha de progresar con mano firme y sabiendo qué se quiere ser. Ayer el Barça lo recordó, aunque le quede mucho que mejorar. Por algo se empieza.