La Vanguardia

Chicago declara culpable de homicidio al policía blanco que mató a un negro

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

El jurado de un tribunal de Chicago declaró ayer culpable de homicidio al policía blanco Jason Van Dyke por la muerte del joven negro Laquan McDonald, que tenía 17 años.

Van Dyke escuchó impasible el veredicto, en el que también se le imputan 16 cargos de uso excesivo de fuerza. Le pegó 16 tiros. Al final, el juez le revocó la fianza. Salió esposado, rumbo a una penitencia­ría. En la calle hubo fiesta y no conflicto.

Hay que remontarse a casi medio siglo para encontrar a un policía declarado culpable por una muerte en acto de servicio en esta ciudad de Illinois plagada de violencia. El asunto era un examen sobre la capacidad de pasar cuentas a un uniformado. Van Dyke dijo que actuó en defensa propia, atemorizad­o.

No se lo han creído. El encuentro entre ambos se produjo el 20 de octubre del 2014. La versión oficial hizo recaer la culpa en el afroameric­ano. A los trece meses se descubrió que había un vídeo grabado desde el frontal del coche de patrulla. Había sido escondido.

Chicago ardió al ver cómo Laquan iba errante –aparenteme­nte llevaba un cuchillo– por una calle a media luz en el distrito Southwest y cómo trataba de huir del policía. Van Dyke abrió fuego desde la distancia y por la espalda. El vídeo ha sido clave en el juicio.

La resolución descartó, sin embargo, el delito de asesinato al no observar premeditac­ión, por lo que evita una pena que le habría dejado en prisión de por vida. Esto no quita que deberá pasarse unas cuantas décadas entre rejas.

A la espera del veredicto, Chicago estaba en alerta. La policía tenía un plan de acción preparado por el temor de que se produjera una reacción popular de furia y se registrara­n altercados, como ocurrió al descubrirs­e el asunto. Los dueños de negocios también habían adoptado medidas.

El principal temor, el de la absolución, se ha alejado. Los concentrad­os en la calle festejaron la decisión. La ira se transformó en celebració­n entre los activistas. Hubo ovaciones y gritos de “justicia para Laquan”. Los coches hicieron sonar las bocinas.

Después de casi tres semanas de testimonio­s, el jurado empezó este jueves a deliberar uno de los asuntos que más han alterado la relación entre las fuerzas de seguridad y la sociedad.

El superinten­dente de la policía tuvo que dimitir. El fiscal general perdió las elecciones, y el alcalde Rahm Emanuel anunció recienteme­nte que no se presentará a la reelección. La factura de Laquan ha marcado una ciudad donde los tiroteos son moneda común.

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