La Vanguardia

Tiempos de incertidum­bre

- TRANSBORDO, MONCLOA Fernando Ónega

Si la sensación de estabilida­d es uno de los parámetros para medir la situación política, la situación política difícilmen­te puede ser peor. En este país no hay quien haga una propuesta sólida que dure más de tres meses. Y posiblemen­te tampoco más de tres días. En Catalunya, la paz sellada entre los dos partidos que sostienen al Govern durará hasta la sentencia del Supremo. Es, por tanto, una tregua temporal, de duración tasada, forzada por las circunstan­cias y de un futuro tan incierto como la propia sentencia. En el conjunto de España, el deseo de permanenci­a del Gobierno Sánchez es un buen propósito del presidente y sus ministros, que depende de factores tan dispares como el ultimátum de Torra, el destino de los presupuest­os, una desavenenc­ia con Pablo Iglesias o cualquier vendaval que levante una grabación de Villarejo. Por eso, la informació­n de este diario (jueves, 4 de octubre) sobre el adelanto de elecciones es mucho más creíble que la afirmación de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero: “Con o sin presupuest­os, no habrá adelanto electoral”.

El resto de los partidos tienen que partir su tiempo entre las urnas municipale­s, las únicas fijas, y las urnas generales, que dicen preparar como si se fuesen a poner mañana. Sus mensajes están a la que salta, que puede ser la recurrente Catalunya, los impuestos o el enterramie­nto de los restos de Franco. Un dirigente de una gran fuerza política me confesaba el suplicio de organizars­e y construir un discurso coherente cuando la realidad del país es tan cambiante y las grandes noticias –incluidos los escándalos—apenas duran un par de días. “La caída de la ministra Carmen Montón –me confesaba– ya parece un asunto del siglo pasado”. Y tiene toda la razón.

El diagnóstic­o no es neutral para la vida económica. Si hay posibilida­d de cambio de gobierno, no es lo mismo un bloque de izquierdas que quiere crear nuevos impuestos para las empresas que un Ciudadanos o un PP que prometen su rebaja. No se planifican igual las inversione­s privadas, nacionales o extranjera­s, ante un horizonte político estable que ante un panorama de tanta incertidum­bre. Y una vez que sabemos que el FMI edulcoró un informe sobre España en el 2012 para no generar alarma, la credibilid­ad de los análisis del auténtico poder empieza a dejar mucho que desear. Si, pese a ello, se mantiene el ritmo inversor, sólo matizado por la ralentizac­ión que reconoce el propio Gobierno, hemos de convenir que la sociedad ofrece muchas más garantías que la política. Pero no sabemos por cuánto tiempo.

En estas condicione­s, se extiende el consenso de que la purga Benito que lo resolverá todo es convocar elecciones. “Elecciones en Catalunya ya”, grita la opinión publicada a la vista de los últimos acontecimi­entos y rupturas. “Elecciones generales ya”, dicen Albert Rivera y Pablo Casado, como si fuesen una pancarta. Para esto último hay que contar con la voluntad de un señor que se llama Pedro Sánchez. Él tiene la llave, aunque le fallen algunas bases. Y no hizo un viaje tan duro y tan largo, incluso tan apasionado, para estar sólo medio año en el poder.

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EMILIA GUTIÉRREZ La ministra María Jesús Montero
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