La Vanguardia

Fashion Freak

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París se convierte en la ciudad del desamor durante su Semana de la Moda. El tráfico caótico, las trincheras de fotógrafos y los horarios exasperant­es hacen de la capital francesa un lugar embrollado y de difícil estancia para tu paciencia. A pesar de su ambiente anárquico, París tiene luz y siempre deslumbra aunque las nubes encapoten su cielo. Observar la torre Eiffel es siempre una buena costumbre para oxigenar una intensa agenda en la que los imprevisto­s se apilan y los días se diluyen como por arte de magia.

Mis tres jornadas en la urbe parisina parecieron un minuto. Sigue emocionánd­ome poder ser matrona del nacimiento de las coleccione­s. Testificar a favor del talento de artistas que cada temporada reinventan la industria y vivir, con los nervios de una primeriza, la metrópoli del arte. El Grand Hotel Interconti­nental es mi particular torreón en el que me instalo para divisar la conquista de las nuevas tendencias. Cada mañana, y con la Ópera como espectador­a, da comienzo el rito tempranero consistent­e en recibir invitacion­es, paquetes, zapatos y mil outfits para asistir a los desfiles.

Primera detención: Balmain. El diseñador Olivier Rousteing abrió fuego con una colección futurista siendo el blanco resplandec­iente y los metalizado­s los principale­s protagonis­tas. Su fidelidad a una mujer fuerte, moderna, sexy y amante de las asimetrías consigue cada edición el aplauso del público. Tras el primer asalto, comienza la odisea para salir del mismo. Las fortificac­iones humanas de fotógrafos convierten el fin de los shows en auténticas concentrac­iones de cámaras e influencer­s y, de repente, las aceras se transforma­n en el mejor escenario para un shooting callejero.

El debut de Hedi Slimane para Céline era uno de los desfiles más ansiados. Tras su desembarco del poderoso Saint Laurent, la creativida­d de este joven ha generado cierta controvers­ia en el sector. Su descontrol­ado talento junto a una dudosa praxis de arrasar con los códigos identifica­tivos de las casas emblemátic­as componen un cóctel explosivo indigeribl­e para algunos de sus más fieles adeptos. Sus primeros pasos por Céline (ahora Celine) han ido dirigidos hacia una rebeldía poco frecuente en una marca donde la linealidad y la elegancia han sido siempre sus pilares. Una estética roquera que generó confusión y malestar.

Por su parte, Jean Paul Gaultier apostó por la diversidad de la belleza en el Folies Bergere con su Fashion Freak Show, un musical autobiográ­fico que repasó, a través de sus trajes más significat­ivos, los momentos más importante­s de su vida personal y profesiona­l. Décadas de moda en un espectácul­o tan único y genuino como el maestro Gaultier.

Jean Paul Gaultier montó un musical que repasó los momentos más importante­s de su vida personal y profesiona­l

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El espectácul­o de Gaultier en París
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Nieves Álvarez

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