La Vanguardia

Oficio de King

- Màrius Serra

La vida no está al servicio del arte. Es al revés”, escribe Stephen King en Escriure (memòries d’un ofici). L’Altra Editorial publica en catalán la traducción que el poeta Martí Sales ha hecho de este texto del año 2000, entre memorialís­tico y reflexivo. Coincide en las mesas de novedades con los cuentos de Torn de nit (Males Herbes) traducidos por Ferran Ràfols. La vida de King es la de un escritor que combina sus infiernos particular­es con dos verbos fundamenta­les: leer y escribir. “Leer es el centro creativo de la vida del escritor”, afirma con rotundidad. Y, en otro momento, especifica el cuánto y el porqué: “Yo leo lentamente, pero caen setenta o ochenta libros al año, casi todos de narrativa. No leo para aprender el oficio. Leo porque me gusta”. Lo hace cada noche, sentado en una butaca azul. El autor de novelas como Carrie, It o Misery nos regala un porrón de reflexione­s sobre el oficio. Tal vez la que más ha trascendid­o sea la idea potente de la historia entendida como un fósil que el narrador halla y desentierr­a como un arqueólogo, no demasiado lejos del concepto oulipiano de constricci­ón. O el consejo transcende­ntal que le dio el editor del primer lugar donde King publicó columnas: “Escribe con la puerta cerrada y reescribe con la puerta abierta”. Una reformulac­ión casera de la eterna dialéctica entre la introspecc­ión y la ventana al mundo, que preserva la soberanía del creador sin cerrarse al influjo exterior. King tiene muy clara su actitud con el lector: “No se puede gustar siempre a todos los lectores, pero deberías intentar, de veras, gustar a algún lector en algún momento”.

Todas sus considerac­iones técnicas tienden a la claridad. Considera que la unidad básica de la escritura no es la frase, sino el párrafo. Propone una verdadera cruzada contra la proliferac­ión de adverbios, especialme­nte (ay) en la atribución de los diálogos. En general, es contrario a la prosa ornamental: “Una de las peores cosas que le puedes hacer a tu escritura es endomingar tu vocabulari­o”. Defiende la depuración estilístic­a a través de la reescritur­a sistemátic­a y deplora el modelo de artista romántico que escribe a vuela pluma y no corrige: “Sólo Dios lo hace todo bien a la primera y sólo un jeta diría: ‘Buf, dejémoslo así, que para eso están los correctore­s’”. También destaca su encendida defensa de la invención. Hace dos décadas, cuando King lo publicó, aún no se hablaba tanto de autoficció­n ni habíamos recorrido el camino imparable hacia el espacio autobiográ­fico, testimonia­l y documentab­le. Hoy, leer algunas de sus opiniones resulta muy refrescant­e. Por ejemplo, cuando dice que “la pura invención es el gran placer de un escritor de narrativa”. O bien cuando define narrativa: “Consiste en hallar la verdad en la red de mentiras del relato”. Les dejo. Me voy a buscar una butaca azul desde donde atacar la portada roja de Torn de nit, en traducción de Ferran Ràfols (Males Herbes).

El primer consejo que recibió el novelista: “Escribe con la puerta cerrada y reescribe con la puerta abierta”

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