La Vanguardia

“Para ganar, se nace”

Abel Antón sigue en activo: mañana correrá el relevo en el Barcelona Triathlon

- Sergio Heredia

¿Cómo conseguí correr tan rápido? No se lo tome a risa, pero escogí muy bien a mis padres

Sebastian Coe

Abel Antón apenas era un niño y ya corría mucho.

Corría en el colegio, en Soria, cuando el profesor de Educación Física metía a los chavales en solfa. Tenía trece años.

–¿Y a usted le gustaba?

–Claro, y además ganaba.

Se había montado una carrera en el parque de la Dehesa, en el corazón de la ciudad. Para participar allí, había que pasar la reválida: en la escuela de Antón, el profesor organizó una prueba con sus chiquillos. El hombre le decía a los chicos:

–Los cuatro primeros irán al cross del parque.

El niño Abel Antón corrió todo lo que pudo. Quería ir a la Dehesa, costase lo que costase. Compitió y ganó a sus compañeros, y luego fue al parque y también ganó. Siempre ganaba.

Y ya.

Aquello ya no había quien lo parase. –Al principio todo era muy amateur. En la adolescenc­ia, nos juntábamos los amigos en el parque y le dábamos cuatro o cinco vueltas al circuito, que era de 1.400 metros. Íbamos tres o cuatro días por semana.

–¿Y cuándo hacía los deberes? –Antes de ir al parque. Y el bocadillo de la merienda me lo comía por el camino, mientras corría a reunirme con aquellos amigos. Con esas herramient­as iba a mis campeonato­s de España de cross.

Abel Antón corría y la cosa iba bien, y los padres le arropaban. Mariano era jardinero. Carmen trabajaba en un restaurant­e. Abel era el séptimo de ocho hermanos. –¿Ninguno más corre? –Hombreeee, el pequeño, Carmelo, aún anda por ahí, ganando en veteranos.

Luego apareció Enrique Pascual Oliva, que es una leyenda en el mundo del atletismo. Y este domó a la fiera. Introdujo a Antón en la materia: la estrategia, las fórmulas de entrenamie­nto, los ritmos, las series...

–¿Y usted no estudiaba?

–Acabé la EGB y ya. Decidí dedicarme al atletismo en cuerpo y alma. Sólo corría.

–Insisto: ¿le gustaba?

–Me gustaba, claro. Y sabía que destacaba en algo. Tenía facultades naturales. Téngalo claro: para ganar tienes que nacer.

–¿Y había dinero?

–No era como ahora, que se gana muy poco. Yo era júnior y ya cobraba en los crosses. Los clubs pagaban. Aparecían las primeras becas. Con 21 años ya corría los 5.000 m en 13m27s. ¿Entiende usted de marcas?

–Con 13m27s se ganan carreras en nuestro país...

–Con 21 años ya era el mejor de España. Me veía con posibilida­des y veía atletismo por televisión. ¡Los Juegos de Moscú, de 1980! Yo también quería ir. –¿Pensaba que sería tan bueno?

–Me hacía ilusiones.

A la sombra de Pascual Oliva se juntaron unos cuantos. Fermín Cacho, que venía de Ágreda, ahí al lado, y pasó cuatro años viviendo en la casa de Antón. Tomás de Teresa, que llegaba de Cantabria.

Y venga a correr.

–Cacho y yo, juntos, corrimos miles de kilómetros. Nos íbamos a Valonsader­o, o a la Dehesa, o al río...

–¿No había pistas?

–Al principio no las había. Cuando fui a mis primeros Juegos, los de Seúl en el 88, nos entrenábam­os en unas pistas imaginaria­s en el bosque de Valonsader­o. Medimos un circuito llano y de hierba y allí le dábamos. A la larga, aquello fue bueno. La hierba retenía la pisada, así que trabajábam­os más. Y al estar blandita, nos lesionábam­os menos. Si aún corro hoy en día, creo que es por eso.

Cierto, Antón aún corre. Todavía se ve capaz de bajar de las tres horas en el maratón. Mañana estará en el relevo del Barcelona Triathlon by Santander.

Antón corre a diario, diez, doce o catorce kilómetros por las tardes, cuando cierra las dos tiendas de ropa deportiva que comparte con Cacho. Antón y Cacho, se llama el negocio.

–¡Ya tenemos 27 años!

–Y la venta online ¿hace daño? –Nos adaptamos. Vemos qué funciona en el online y lo aplicamos a nuestra manera.

En el atletismo, Antón hizo lo mismo. Ganaba títulos en 5.000 y 10.000 m, en España y en Europa. Pero cuando había que medirse a los africanos...

–¡Ay, amigoooo!

–¿Qué pasaba? –Tergat, Gebrselass­ie, con esos no podías. Yo tenía 33 años y me fijé en Fiz. ¿Sabe que Fiz y yo ya nos enfrentába­mos de niños? Era el cross del Chorizo de Emiliano Revilla, en Ólvega. Creo que teníamos trece o catorce años. –¿Y quién ganó?

–No lo sé, un amigo me lo está buscando. –Fiz...

–Ah, sí. Fiz era el mejor maratonian­o del mundo. Y yo pensé: “Yo también puedo serlo”. Si fracasaba, me retiraría del atletismo. Probé suerte en el maratón de Berlín. Lo gané en 2h09m15s. Soy el último blanco en ganar allí. Luego vino el oro en el Mundial de Atenas (1997) y el de Sevilla (99). –¡Sevilla!

–Como atleta, creo que aquel fue mi momento más intenso. Ningún maratonian­o había ganado dos Mundiales seguidos. Y en casa, bufff...

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LLIBERT TEIXIDÓ Abel Antón, durante un entrenamie­nto para triatletas, en Montjuïc
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