La Vanguardia

“La náutica no es para ricos”

Tengo 68 años. Soy de Barcelona. Presido una empresa de cazatalent­os. Estoy casado y tenemos ocho hijos (entre 46 y 21 años) y quince nietos, navegantes todos. ¿Política? Soy liberal, muy catalanist­a ¡y me encanta España! Soy católico. Con pasión y esfuer

- ANA JIMÉNEZ VÍCTOR-M. AMELA

Quién visitará el Salón Náutico? Amantes de los barcos, del mar y de la navegación. Y muchos comprarán una embarcació­n. Eso serán los ricos. La náutica no es para ricos. Hombre...

Hay 200.000 barcos en España, y el 90% son embarcacio­nes modestas, de esloras inferiores a los ocho metros.

¿Y eso qué significa?

Que navegar está al alcance de muchos, y cada vez más. El tenis fue elitista hace cuarenta años, el golf hace veinte... Y ya no.

¿Tendremos todos yate?

El Salón Náutico Internacio­nal de Barcelona crece este año un 9%, ¡el doble del sector!: venga al Port Vell y verá 700 embarcacio­nes, 171 en el agua. Verá la exposición más importante de catamarane­s.

¿Hay otros salones así en Europa?

Por visitantes y ventas, el de Barcelona está entre los cuatro salones náuticos mejores, con Dusseldorf, Génova y Cannes.

¿Cuántos visitantes vendrán?

Este año prevemos 55.000 visitantes, un 50% más que el año pasado.

Pongamos que viene un matrimonio con dos hijos: ¿qué barco les aconseja?

Un barco de seis metros, con un motor de 50 caballos, ¡y a disfrutar! Costearán todo el litoral catalán, pasarán felices fines de semana, por Sitges, por Arenys de Mar...

¿Por cuánto?

Ese barco cuesta a partir de 15.000 euros y llega a los 20.000 con motor de 125 caballos.

Pero luego habrá que pagar el amarre...

Por eso hay que promociona­r en Catalunya las marinas secas.

¿Qué son las marinas secas?

Garajes para embarcacio­nes. Así guardadas, previa ducha de agua dulce, duran más. Y hagamos más rampas en la costa: el navegante llega con su barca de casa, ¡y al agua!

¿Qué más medidas fomentaría para ayudar a los amantes de la náutica?

Suprimiría nuestro caro impuesto de matriculac­ión a barcos de más de ocho metros, que no existe en países vecinos.

¿Dónde hay más afición a navegar en España?

El 40% de matriculac­iones en España se reparte entre Baleares y Catalunya.

¿Qué barco será el más caro que se venderá en este Salón Náutico?

Un modelo de 25 metros de eslora con dos

motores de mil caballos. Le saldrá por unos cuatro millones de euros.

Paso palabra.

Una alternativ­a estupenda es alquilar barco: seis personas pueden disfrutar de una semana en un velero, a 50 euros por persona y día.

Eso está bien.

Conozco a un directivo bancario que se ha enamorado del mar y piensa prejubilar­se, comprar un barco de quince metros para ocho personas y vivir de alquilarlo. Le entiendo: el mar es magnético, te hechiza.

¿Cómo le hechizó a usted?

De chaval, el padre de un amigo tenía una barca y si me daban una vuelta, yo era feliz. “Un día iré hasta el horizonte”, pensaba yo.

¿Y fue?

Fui. Con un llaüt de doce metros navegué de Barcelona a Mallorca. Luego crucé el Atlántico con un barco de veinticinc­o metros maravillos­o, el Tolimen...

¿Qué le ha enseñado esa experienci­a?

Que pilotar una empresa o un barco o una familia numerosa... ¡se parece mucho! Si no escuchas, si tomas decisiones apresurada­s... puedes naufragar.

¿Ha naufragado?

Sí. Navegábamo­s en el Tolimen con mi hijo Lucas, que tenía entonces 15 años, en la que era mi segunda travesía del Atlántico...

¿Qué pasó?

Por mis prisas, confié en un mal patrón. Destrozó el casco en una lengua de lava poco profunda de un isla en Cabo Verde. Era noche cerrada, y nos hundíamos...

Qué miedo.

La oscuridad, el ruido, el mar... Y oí a mi hijo decirme: “Papá, no me quiero morir”...

Uf...

Le puse el chaleco salvavidas, le lancé al agua, yo fui detrás, hicimos pie en la lengua de lava... y llegamos a tierra. Encontramo­s a un lugareño que nos alojó esa noche...

¿Y cómo fue esa noche?

Mi hijo y yo dormimos juntos, en la misma cama: ¡cómo le abracé!

El mar les brindó un vínculo especial...

Sí. Y Lucas no tomó fobia al mar, felizmente. He navegado con todos mis hijos y nietos.

¿Qué quiere transmitir­les?

Lo que yo aprendí de los boy scouts: esfuerzo, compañeris­mo, espíritu de compromiso, respeto. Y lo que aprendí de mis padres: el gusto por lo difícil. Porque... con pasión y esfuerzo, ¡casi todo es posible!

Demuéstrem­elo.

Durante dos años escuché 2.147 veces el movimiento La resurrecci­ón de Mahler... hasta conseguir mi propósito: dirigir la pieza con una orquesta ¡en el Palau de la Música!

¿Algún otro reto pendiente?

Quise hacer vino, y ya hay dos vinos míos, el

Tolimen yel Análvaro, que están en las cartas de los mejores restaurant­es. He hecho todo lo que quería hacer.

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