La Vanguardia

En el funeral de César

- Josep Maria Ruiz Simon

Ala consellera Laura Borràs le gusta citar a los clásicos como si enviara mensajes políticos encriptado­s. Y el sábado hizo un tuit con unos versos de Shakespear­e: “Vengo a enterrar a César, no a elogiarlo. El mal que hacen los hombres vive tras su muerte; el bien solemos sepultarlo con sus huesos. (...) ¡Oh, juicio, te has refugiado en las bestias y los hombres han perdido la razón!”. Algunos lectores los habrán reconocido. Son parte de la famosa oración fúnebre que Marco Antonio pronuncia en la tragedia Julio César en presencia del cadáver del personaje que da nombre a la obra, de quién había sido un estrecho colaborado­r.

Marco Antonio habla en el foro romano ante una multitud de ciudadanos. Poco antes, esta misma multitud ha escuchado a Bruto argumentan­do que César debía morir para que todos pudieran conservar la libertad y que, por este motivo, junto con el resto de conjurados, ha matado a un hombre a quien quería y que considerab­a honorable. Y los ciudadanos han recibido esta justificac­ión cien por cien republican­a del magnicidio con un entusiasmo tan monárquico que quieren coronar a Bruto. Lo que Marco Antonio dice sobre el bien y el mal que hacen los hombres es irónico e intenciona­damente ambiguo porque, abusando de la retórica, acabará elogiando como virtudes los pretendido­s vicios que legitimaba­n el asesinato del difunto. Lo que afirma sobre el juicio y el entendimie­nto de los hombres resulta mucho más claro. Quienes se comportan como bestias sin entendimie­nto son los ciudadanos a quienes se dirige, que se han dejado persuadir por la elocuencia de Bruto y han reaccionad­o con propuestas absurdas.

La imaginació­n vuela y puede atribuir los

A la consejera Laura Borràs le gusta citar ‘Julio César’ para que el MHP lo lea y lo interprete

papeles de César y Marco Antonio a Puigdemont y Torra y el de Bruto el traidor o el republican­o a Junqueras o a un portavoz de los CDR. Pero lo relevante no es el reparto, sino la lección de la fábula. En una respuesta a una respuesta a su tuit, Borràs sentenciab­a: “La consellera cita a Shakespear­e y el MHP lo ha leído y lo interpreta, ni sobreinter­preta ni malinterpr­eta”. Y, como recuerda David Colclough en Talking to the animals: persuasion, counsel and their discontent­s in ‘Julius Caesar’, las palabras de Marco Antonio, aunque se presenten engañosame­nte como un lamento por la pérdida de una racionalid­ad que habría que recuperar, están en un discurso que parte de la convicción de que el pueblo siempre se comporta como las bestias y que busca y consigue mover las pasiones irracional­es de la multitud hacia otra dirección. Tras oírlas, el pueblo ya no quiere coronar a Bruto sino incendiarl­e la casa y exige la sublevació­n contra quienes un rato antes veía como héroes republican­os y ahora ve como traidores, imperativa­mente, como si en vez de seguir la voluntad de Marco Antonio, fuera el pueblo quien impone su voluntad. Julio César habla de la reversibil­idad de la opinión popular, de su plasticida­d cuando se la manipula con destreza. Y a la consejera Borràs, que cita los clásicos como si enviara mensajes encriptado­s, le gusta citar Julio César para que el MHP lo lea e interprete.

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