La Escocia de Calvo
Verdad y política, viejo asunto que rebrota. ¿Hasta qué límite puede un gobernante negar lo evidente y tener credibilidad? El político responsable no debería parecer mentiroso ni cuando es despistado o inexacto. Mucho hemos escrito aquí, por ejemplo, de los problemas que ha generado la distancia acusada entre relato y realidad en el bloque independentista. Pero los líderes del proceso no son los únicos ni los más expertos en esta casuística. El PP y Cs fabrican fábulas sensacionales a diario, una narrativa que prescinde de muchas premisas de hecho o que las deforma de manera tan obscena que nos sumerge en una realidad paralela. La llegada de Sánchez a la presidencia parecía que eliminaría ciertos excesos y que, con la excepción del patriota Borrell, el Gobierno de España sentiría un poco más de amor por la verdad. Breve ilusión.
Entrevistada ayer en RAC1, la vicepresidenta Calvo afirmó sin despeinarse que en Escocia “no hubo un referéndum pactado”. Jordi Basté quedó atónito –como miles de oyentes también– al escuchar la solemne negación de los hechos probados, y repreguntó. Pero la mano derecha de Sánchez no argumentó su titular y, en cambio, se salió por la tangente añadiendo que a David Cameron “se le fue de las manos”. ¿Qué le pasó ayer a Carmen Calvo? ¿Le fallaron sus asesores? ¿Tuvo un vacío de memoria? ¿Se confundió de país? Todo el mundo sabe que los escoceses votaron libremente (y sin
El político responsable no debería parecer mentiroso ni cuando es despistado o inexacto
ser aporreados) el 18 de septiembre del 2014 porque los gobiernos británico y escocés pactaron que la consulta tendría lugar mediante la cesión temporal de la competencia correspondiente a las autoridades escocesas. Negar esto es absurdo. Impropio de quien dice querer dialogar.
Estoy convencido de que la señora Calvo es una demócrata de los pies a la cabeza y, por tanto, estaría bien que revisara sus palabras y las corrigiera. Modestamente, me permito recordarle una reflexión sobre verdad y política de una mujer sabia, Hannah Arendt, material precioso para cualquier gobernante que no quiera pisar las líneas rojas que nos separan de la ciénaga. “Las mentiras de la propaganda totalitaria –escribía la eminente pensadora en 1950– se diferencian de las mentiras habituales de los regímenes no totalitarios en momentos de emergencia por su constante negación de los hechos en general: todos los hechos pueden ser cambiados, y todas las mentiras pueden ser convertidas en verdad”. Cuidado. Hay que tener mucho cuidado con los hechos. Algo que también puede interesar a Isabel Celaá, portavoz del Gabinete socialista, que recientemente declaró que “muchas” de las imágenes de la violencia policial del 1-O en Catalunya “eran falsas”.
De nada sirve exigir al independentismo que aterrice en la realidad si destacados miembros del Gobierno se permiten negar datos substanciales de esta misma realidad.