La Vanguardia

Temor a que el colapso en la acogida de menores genere más sintecho

Más allá de la emergencia, las entidades reclaman planificac­ión para fomentar la inserción de los migrantes

- ROSA M. BOSCH

El colapso del sistema de acogida de menores migrantes amenaza a muchos de los recién llegados con cumplir los 18 años sin haber logrado encarrilar su proceso de inserción sociolabor­al. Diferentes entidades y el Col·legi d’Educadores i Educadors Socials de Catalunya (CEESC) alertan de que la estancia de los jóvenes, procedente­s principalm­ente de Marruecos y del África subsaharia­na, en los centros de emergencia habilitado­s en los últimos meses se está prolongand­o más de lo deseable lo que impide diseñar un proyecto formativo para que puedan alcanzar la independen­cia cuando concluya el amparo de la Direcció General d’Atenció a la Infància i l’Adolescènc­ia (Dgaia).

El caos no ha cesado y el malestar en el sector va en aumento. El número de menores que finalizan su ruta migratoria en Catalunya (2.413 entre enero y el 30 de septiembre) se ha disparado, pero es una tendencia que ya se inició el año pasado. “El error principal es la falta de previsión y pensar que estamos ante un fenómeno coyuntural. Hay que revisar de arriba abajo el sistema de protección de menores, desde hace muchos años está desprestig­iado”, denuncia Lluís Vila, vicepresid­ente del CEESC.

Además de atender como sea en instalacio­nes provisiona­les –de casas de colonias a barracones– a los adolescent­es que van llegando para evitar que pernocten en dependenci­as policiales, una de las grandes preocupaci­ones es ofrecer las infraestru­cturas en las que emprendan su formación para optar a su futura inserción laboral. “Ahora se están vertiendo los esfuerzos en la emergencia y no en los centros residencia­les de acción educativa (CRAE) ni en los pisos de autonomía. Y si no hay vías de salida tras la primera fase, el sistema se atasca”, apunta Josep Maria Bastús, director de Familia e Infància de Càritas.

Durante la primera semana de octubre, la Dgaia calcula que viajaron a Catalunya 95 adolescent­es con lo que la media de alrededor de 450 personas mensuales registrada­s en verano se mantiene. Todo el engranaje de acogida expresa su desazón e impotencia por no poder trabajar en condicione­s. “Hace tiempo que pedimos planificac­ión. No se trata sólo de hacer frente a la emergencia; en estos momentos los dispositiv­os que se asignan a los jóvenes no son los idóneos. ¿Qué pasará dentro de unos meses cuando muchos cumplan 18 años?”, subraya Barbara Ortuño, directora general de la Federació d’Entitats d’Atenció a la Infància i l’Adolescènc­ia (Fedaia).

Ortuño constata la difícil situación en la que se encuentran los gestores de los centros, que sufren sobreocupa­ción, cuando rechazan admitir a menores que son trasladado­s por los Mossos. “Que sepamos, hasta el momento los Mossos han levantado como mínimo una treintena de actas por la negativa de directores a aceptar más menores”, indica Ortuño.

La inquietud se ha agudizado por los retrasos en pagos que suman 8,5 millones de euros a entidades subcontrat­adas para realizar la acogida. El Departamen­t de Treball, Afers Socials i Famílies asegura que esta semana se han desbloquea­do 5,5 millones y que en los próximos días se abonará el resto. Esta demora ha llevado a algunas organizaci­ones a tener que pagar a plazos las nóminas de su personal aumentando así su descontent­o por la tensión que sufren, y por tener que trabajar en entornos en los que aflora la violencia.

Una de las vías que podrían inyectar fondos para la acogida está en situación de impasse. Se trata del real decreto anunciado por el Ejecutivo de Pedro Sánchez para destinar 40 millones de euros a las comunidade­s autónomas que acojan a niños migrantes. Fuentes

LLUÍS VILA, DEL CEESC

“El error es la falta de previsión y pensar que estamos ante un fenómeno coyuntural

JOSEP MARIA BASTÚS, CÀRITAS

“Si no hay vías de salida tras la primera fase, la de emergencia, el sistema se atasca”

de la Dgaia reiteraron ayer no estar de acuerdo con el criterio para repartir los fondos al entender que no favorece a las comunidade­s que atienden a más migrantes, como es el caso de Catalunya.

La Dgaia apunta que actualment­e disponen de 2.211 plazas, de las cuales 343 en dispositiv­os de emergencia, y que una de las nuevas vías que se anunció para aliviar el colapso y mejorar las condicione­s de vida de los adolescent­es, las familias de acogida, no podrá ponerse en práctica hasta mediados del 2019.

En lo que sí hay coincidenc­ia es en que este es un tema al que no puede hacer frente la Dgaia en solitario, que es necesaria la complicida­d de todos los departamen­tos de la Generalita­t y del Gobierno de Madrid. Pero este es un asunto muy sensible en el que se va a dos velocidade­s. A un ritmo muy veloz la llegada de menores, pero al ralentí la adopción de soluciones.

La falta de diligencia impulsa a que niños como Badr, de 15 años, lleve meses pernoctand­o en la calle. Badr, el pequeño de seis hermanos de Larache (Marruecos), se mueve con un grupo de chicos de 16, 17 y 18 años por el Raval barcelonés. Ayoub, que según cuenta estuvo en un centro de Badalona durante ocho meses hasta alcanzar la mayoría de edad, ejerce de líder y de traductor. Dice que ellos prefieren estar en la calle antes que bajo tutela. No esconden sus adicciones, inhalar cola (“así aguantamos el frío por la noche”), pero reconocen que echan en falta un plato de comida caliente.

La historia de Badr es similar a la de sus amigos. “Vino oculto en los bajos de un camión a los 13 años y estuvo un tiempo en un centro de Andalucía. Luego viajó a Barcelona”, sigue relatando Ayoub, en los Jardins de Sant Pau, detrás de la comisaría de los Mossos de Nou de la Rambla. Empieza a oscurecer y van llegando más adolescent­es. En esta plaza, en la que incluso se han montado tiendas de campaña, duermen migrantes subsaharia­nos, indigentes sin techo y estos niños.

Badr y sus compañeros, que proceden como la mayoría de migrantes de las zonas de TángerTetu­án-Alhucema, Fez-Mequinez, Beni Melal-Jenifra, Draa-Tafilalet y Rabat-Salé-Kenitra, ejemplific­an lo fácil que es acabar sin techo. La coincidenc­ia de orígenes también pide a gritos la puesta en marcha de programas de apoyo a estos jóvenes antes de que marchen de sus pueblos y ciudadesat­raídospor loquecuent­an otros que ya emprendier­on el viaje. “Aún viviendo así no queremos volver a casa “, sentencia Ayoub, sonriente y con los ojos perdidos.

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XAVIER CERVERA Al raso. Hay jóvenes que rondan los 18 años que duermen en la calle, como el de la foto que descansa en la Gran Via

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