La Vanguardia

Cuando llueve sobre mojado

El aparcamien­to de Sant Oleguer 1-3 del Incasòl, con coches destrozado­s por la inundación de septiembre, se llenó de agua otra vez esta semana

- RAÚL MONTILLA

La grúa arrastra por la pequeña rampa del aparcamien­to del número 1-3 de la calle Sant Oleguer un coche que, después de un mes, todavía exhibe una sólida señal de barro hasta el techo. “Ya no sólo tenemos que vigilar por la calle que no nos den un navajazo, sino que no podemos perder de vista las nubes por si viene tormenta”, comenta un vecino cuando el vehículo arrastrado sale a pie de calle. Es uno de la treintena que se quedaron atrapados en el aparcamien­to de este edificio del Incasòl en pleno Raval. En donde el agua superó el metro y medio de altura el pasado 6 de septiembre y que se volvió a inundar, aunque menos, esta semana. Todavía quedaban coches sin retirar de entonces.

“Ha llovido mucho, sí, pero no es normal que el agua bajara por la calle Sant Oleguer a más de un metro y medio de altura en septiembre y a tres palmos el otro día”, apunta JuanAntoni­oGázquez,comerciant­e y vecino, que ejerce de portavoz improvisad­o de los afectados de unas lluvias que ha dañado su aparcamien­to –el de Sant Oleguer–, a otros –esta semana el del número 60 de la calle Sant Pau, por ejemplo– y a más de una quincena de comercios del Raval. “Todavía estamos esperando que algún representa­nte político del Ayuntamien­to se reúna con nosotros. Por la insegurida­d y el incivismo, y ahora también por las inundacion­es”, señala Gázquez en el interior de un aparcamien­to en donde las puertas cortafuego de la planta del sótano están dobladas como si fueran de cartón y los respirader­os se retuercen sobre los coches llenos de barro. Las críticas vecinales también salpican a la Generalita­t, que es quien hizo el inmueble. “La puerta de emergencia del aparcamien­to está mal hecha. No abre hacia afuera, sino todo lo contrario: lo hace hacia dentro. Eso facilitó que en septiembre el agua entrase en tromba. Si no hubiera sido por eso el aparcamien­to quizás se habría inundado sólo medio me- tro”, asegura Gázquez. “Ahora con las obras que haremos nos han dicho que se hará ya bien”, añade.

Recuperar el aparcamien­to, explica, costará unos 22.000 euros, si bien los propietari­os de las plazas tendrán que pagar la mitad. No todo lo cubre el seguro.

“Dijimos al Ayuntamien­to si podía pedir la declaració­n de zona catastrófi­ca, por si así podíamos tener una ayuda. Es mucho dinero. También está el coste de los coches afectados”, dice este vecino que, como otros, se pregunta qué pasará si llueve otra vez. Gázquez, que lleva cuatro décadas residiendo en el Raval, había visto la calle de las Flors o la ronda de Sant Pau llena de agua, pero no recuerda nada igual a las inundacion­es del último mes.

A la falta del colector del Paral·lel, cuya tercera fase y definitiva no se sabe cuándo podrá estar acabado: todavía no ha empezado. Gázquez insiste en otro factor del que esta semana advertían los vecinos: la desaparici­ón de la plaza Folch i Torres de un muro que hacía de contención y que, sin él, el agua corre libremente por la zona. También el uso masivo en esa misma plaza de cortezas en las zonas ajardinada­s. “Colapsan las cloacas”, dice Gázquez. El aparcamien­to está todavía cubierto por ellas. “Si viniera algún representa­nte municipal se lo podría enseñar”, dice.

Los vecinos lamentan que a los problemas de insegurida­d e incivismo se sumen los estragos meteorológ­icos

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ÀLEX GARCIA Juan Antonio Gázquez, ayer, entre dos coches que resultaron afectados por la inundación de septiembre

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