El Barça sigue lejos de la élite
Una reacción de los barcelonistas en el tercer cuarto no impide que el CSKA se muestre muy superior
Lampedusa sería del Barça de baloncesto. El equipo blaugrana hace cada año bueno su axioma de cambiarlo todo (o casi) para que nada (o casi nada) cambie. Que la pista del CSKA de Moscú es de las más difíciles de Europa es una obviedad. Que en las dos últimas temporadas sólo ha ganado allí el Fenerbahçe para un balance global de los moscovitas de 33 victorias y 2 derrotas es un dato irrefutable. Que el equipo ruso mantiene buena parte de sus elementos lo saben todos los expertos y hasta los aficionados. Ahora, para transmitir una cierta esperanza hay que competir, ser duro, mostrar carácter y eso sólo lo enseñó de verdad el Barça en el tercer cuarto. La diferencia pasó de 26 a 9, aunque al final el conjunto ruso pisó de nuevo el acelerador cuando quiso. Una vez más, como si el partido fuera de la temporada pasada o la anterior, el Barça ofreció una imagen lamentable, paupérrima durante buena parte del duelo, especialmente en el segundo cuarto.
En esta fase ni los que estaban el año pasado ni los nuevos fichajes. Ni los cambios de Pesic, ni los tiempos muertos ni nada de nada. La inferioridad física era manifiesta, los tiros desviados y la dirección de Heurtel y Pangos, para echarse a llorar. Por estas razones y por una lluvia de balones perdidos el Barça se quedó muy atrás en el marcador y las máximas diferencias se fueron sucediendo hasta el descanso (51-29).
Y eso que el comienzo no estuvo mal del todo, al menos en defensa. Los barcelonistas saltaron con mucho brío a la cancha y entre eso, la pájara inicial del CSKA y buenos movimientos de Tomic y Singleton, el Barça hasta se permitió tener algunas ventajas en este tramo. Dos triples de Sergio Rodríguez replicaron el espejismo y a partir de ahí todo comenzó a torcerse.
El 21-17 decoroso del final del primer cuarto muy pronto quedó archivado. En el segundo periodo, un parcial de salida de 10-0 resultó una estocada para el Barcelona. Las transiciones moscovitas se sucedían y Higgins o Clyburn se ponían las botas ante la debilidad azulgrana. Alguna canasta de Seraphin, que anda cogiendo el ritmo, algún triple de Kuric y muy poco más que rescatar del Barça en el momento del despegue del CSKA, mucho más talentoso y con más profundidad de banquillo de calidad. Cuando Higgins y Clyburn se tomaban un respiro aparecía la muñeca de De Colo, por ejemplo.
Quedaban todavía dos cuartos. Tiempo suficiente para al menos maquillar el marcador y las sensaciones. Mejoraron ostensiblemente en el tercer cuarto gracias a Pustovyi (8 puntos), a Smits (7), que no había jugado antes, y a la muñeca de Kuric. Con este trío, con una defensa más compacta y, es justo decirlo, con una relajación del rival, el Barcelona se colocó a nueve al principio del último cuarto. Pero nunca tuvo opciones reales de ganar. Porque a la que el CSKA apretó un poco se volvió a disparar en el electrónico, a pesar de los buenos minutos de Blazic.
De los ocho primeros partidos de la Euroliga el Barça disputa seis fuera de casa. Como no mejore mucho quedará ya descolgado. El calendario no ofrece tregua.
TRES BROTES VERDES
El equipo de Pesic llegó a perder por 26 y redujo la diferencia a 9 gracias a Kuric, Smits y Pustovyi