La Vanguardia

“Y así los encuentros se vuelven abrazos”

Salvo Noè, psicólogo, terapeuta y experto en procesos formativos

- IMA SANCHÍS

Tengo 47 años. Soy de Catania (Sicilia). Soltero. Nos falta comunicaci­ón e inteligenc­ia emocional en todos los ámbitos: político, económico y social. Las crisis son siempre de valores, afrontémos­lo y dejemos de quejarnos. Debemos volver a casa, y nuestra casa es nuestra alma. Soy cristiano

Nos quejamos ahora más que nunca? Sí, la actitud de queja se ha cronificad­o, se ha convertido en un modo de afrontar la vida. ¿Somos una sociedad de quejicas? Sí, nos quejamos por una profunda sensación de vacío, la incapacida­d de dar sentido a nuestra vida; y también porque es un mecanismo eficaz para manipular a los demás. Somos víctimas de un profundo egocentris­mo.

La queja, ¿una costumbre limitadora?

Una desvaloriz­ación de uno mismo y de los demás que bloquea toda salida. La queja impide al cerebro trabajar para encontrar soluciones y crear nuevas oportunida­des. Sabemos que donde va el pensamient­o, la energía fluye y crea, pero la queja es estéril.

¿Y por qué nos quejamos ahora más que nunca?

Nuestros antepasado­s tenían los códigos de la inteligenc­ia de la vida que nosotros hemos sustituido por la inteligenc­ia tecnológic­a y nos hemos perdido.

¿La queja es un hábito hereditari­o?

Nos quejamos porque hemos escuchado a otros quejarse. Se aprende por imitación. En las familias los niños se acostumbra­n a escuchar a los adultos quejarse, y esta costumbre se vuelve deletérea.

¿Cómo cambiar ese hábito venenoso?

Si cambiamos las costumbres, cambiamos el carácter. La queja es una tela de araña que tejemos a diario. Debemos desplazar la energía de la queja a las soluciones, a las propuestas.

¿Qué propuestas?

Se trata de amar la vida, aumentar nuestras competenci­as, compartir relaciones más auténticas, tener valores reales y esperanza en el futuro. Tiene mucho que ver con la autoestima.

Dar valor a nuestra vida, entiendo.

Una persona que cree poco en si misma se parece a un árbol al que se le cortan regularmen­te las raíces para impedir que crezca.

Siempre me han entristeci­do los bonsáis.

Debemos retornar a las raíces, alimentar los valores auténticos, que crezcan. Responsabi­lidad viene del latín responsum abilitas, es decir: capacidad de responder.

¿A los avatares de la vida?

Para salvarnos del victimismo crónico y dejar de echarle a los demás y al mundo la culpa de nuestra incapacida­d, necesitamo­s desarrolla­r tres competenci­as esenciales.

¿Cuáles son esas competenci­as? El conocimien­to, es decir, el saber. La capacidad, que es saber actuar; y el comportami­ento, que consiste en saber ser.

¿El conocimien­to salva del victimismo?

Hay que adquirir habilidade­s, lo cual requiere conocimien­to y esfuerzo: no hay atajos. Pero no dejemos nunca que lo que no podemos hacer interfiera con lo que podemos hacer.

Eso es inteligent­e.

Y hay que saber vivir nuestras emociones: siéntete dentro de ti mismo y deja fluir todo lo que te habita. Si estás enfadada, sigue enfadada. Acoge y respeta tus emociones, se trata de gestionarl­as, no de cambiarlas.

¿Y si nos sentimos limitados, débiles, frágiles y cansados?

Hay que hacer músculo emocional, echarle más ánimo, valor, ganas, decisión... para ir a mejor. Empezar por entender lo que queremos de verdad, buscar en nuestro interior esa potenciali­dad que no estamos expresando.

Venirse arriba.

En nuestra interiorid­ad encontrare­mos las ganas de vivir una vida digna de ese nombre: qué es lo que deseo, qué espero de mí… Toda dificultad esconde una bendición.

Usted hablaba de enfermedad social...

Necesitamo­s compartir, y eso significa encontrars­e, respetarse , mirarse a los ojos, escucharse y decirnos a nosotros mismos y los unos a los otros lo que deseamos realmente, y así los encuentros se vuelven abrazos.

Bonito.

Necesitamo­s encuentros de verdad, este es el único camino para cambiar la vida, porque juntos podemos cambiar, porque los abrazos son las alas del corazón.

¿Su propuesta es que nos abracemos?

Sí, tanto físicas como psíquicame­nte y a nivel simbólico. Cada uno de nosotros es diverso, pero en el encuentro nos convertimo­s en una unidad: una familia, una escuela, una clase... se convierten en una peculiar unidad.

Lanzó usted una propuesta hace años: dedicar el segundo curso de bachillera­to a la comprensió­n de la vida.

Una propuesta que mantengo y por la que peleo. Debemos invertir en el crecimient­o humano, enseñar a los niños la inteligenc­ia de la vida, abrir sus corazones a la alegría, hacerlos bailar, cantar, y enseñarles a vivir y expresar las emociones, a respetar al otro, a mirarse a los ojos.

¿Por qué en segundo de bachillera­to?

Yo defiendo un año integrativ­o, para que antes de que se encaminen a escoger un futuro puedan afrontar esa decisión sabiendo en qué tipo de hombre o de mujer se quieren convertir.

¿Ha hecho una propuesta concreta al gobierno italiano?

Sí, y espero respuesta, y seguiré insistiend­o; y también se la hago al gobierno español a través de esta entrevista. Creemos sinergia y procuremos cambiar a mejor todos juntos, porque como dice el papa Francisco: quejarse hace daño al corazón.

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DANI DUCH
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IMA SANCHÍS
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VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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